Internacional

Johnson regresa al punto donde estaba May, siete meses después

  • Llegar al poder ha obligado a Johnson a aceptar los compromisos de May
Theresa May y Boris Johnson. Foto: Reuters

A veces da la impresión de que el debate del Brexit está atascado en un bucle infinito. Desde el primer día, el Reino Unido se ha negado a aceptar las consecuencias más negativas del Brexit y se ha pasado meses proponiendo alternativas más beneficiosas para ellos, normalmente de dudosa legalidad o que traspasaban todas las líneas rojas de la UE, hasta finalmente rendirse a la realidad.

Con los movimientos de los últimos días, que dejan un nuevo pacto al borde de la firma, Boris Johnson ha llegado al momento de la aceptación. El exalcalde de Londres llegó a Downing Street prometiendo que rechazaría el acuerdo firmado por su predecesora, Theresa May, y alcanzaría uno infinitamente mejor. Uno que dejara a Irlanda del Norte fuera del espacio europeo y obligara a Dublín, en vez de a Londres, a cargar con las consecuencias de su marcha: o romper los Acuerdos de Paz de Viernes Santo, reintroduciendo una frontera en la isla, o dejar la frontera abierta y, en la práctica, obligarse a sí misma a abandonar el Mercado Común y hacer un Irexit.

La carta bajo la manga de Johnson era su amenaza de salir sin acuerdo si la UE no cedía a sus demandas. La teoría es que a la UE le entraría miedo si repetía suficientes veces que "preferiría morir en una cuneta a extender el Brexit". Esta era la versión brexitera de la "Leyenda de la puñalada en la espalda": si May no consiguió un acuerdo mejor no es porque no hubiera ninguno otro posible que no rompiera las líneas rojas -y las leyes- europeas, sino porque la ex primera ministra no amenazó a Bruselas lo suficiente.

El "terror" de Johnson

Pero la filtración del documento que relataba los inmensos daños económicos que sufriría el Reino Unido sin un acuerdo, y la aprobación de una ley que obliga al premier a pedir una prórroga si no hay nada sobre la mesa este sábado, han cambiado las tablas. Ahora, como May hace un año, Johnson está dispuesto a tragar con lo que sea antes que verse obligado a romper sus promesas o gestionar la catástrofe social y económica que sería una ruptura caótica. Según comentan varios periodistas de medios afines al Gobierno, el premier "está aterrorizado" por la posibilidad de enfrentarse a unas elecciones tras haber pedido una prórroga sin, al menos, tener cerrado con la UE un borrador de acuerdo que justifique pedir unas semanas más para cerrar los flecos.

El problema de Johnson, por supuesto, es que en su partido siguen quedando brexiters convencidos -"los espartanos", se llaman a sí mismos- que temen que su líder se esté reblandeciendo en vez de seguir amenazando a Bruselas. Y que el populista Nigel Farage, el mayor defensor del Brexit cuando este era una postura minoritaria, está dispuesto a ir a las elecciones presentándose como el nuevo Johnson frente a un premier que se ha 'mayizado' en el poder. Johnson ha descubierto la dura realidad que hundió la carrera de May: es difícil pedir que la gente a la que has prometido acuerdos fantásticos sin costes acepte de repente el duro pragmatismo de una negociación. Aunque haya un acuerdo y logre sacarlo adelante en un Parlamento en el que no tiene mayoría, lo que no está garantizado, la letra pequeña de sus cesiones marcará su futuro.

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