
"Es una locura. Es un plan que nunca ha sido probado y que haría muy difícil llegar a acuerdos comerciales con otros países". Así describía la propuesta inicial de salvaguarda para Irlanda del Norte el entonces ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, en agosto de 2018. Apenas han pasado 14 meses, y las primeras filtraciones sobre el último plan del Brexit ofrecido por el ahora primer ministro de Reino Unido a su homólogo irlandés, Leo Varadkar, apuntan a que la propuesta de May es la solución para intentar obtener un acuerdo de salida de la UE en el último momento.
El "sistema loco" de May, adoptado ahora por Johnson, supondría que "Reino Unido acabaría recaudando los aranceles de los productos destinados a la UE" que pasaran por Irlanda del Norte y entregándoselos a las autoridades europeas. En la práctica, eso significaría la creación de una frontera aduanera entre la provincia británica y el resto del país, manteniendo a Irlanda del Norte en la órbita europea. En otras palabras, el objetivo inicial de la UE, antes de que May se viera obligada a ofrecer una unión aduanera para todo el país por la presión de los unionistas norirlandeses.
Según la televisión pública irlandesa, RTÉ, y el diario The Daily Telegraph, en el que trabajaba Johnson hasta hace unos meses, la concesión británica se aplicaría mediante la creación de dos espacios aduaneros en Irlanda del Norte. El sistema aduanero principal sería el europeo, y las autoridades británicas aplicarían los aranceles y las regulaciones fijadas por Bruselas a todos los productos que entren en la provincia. Así no sería necesaria una frontera dentro de la isla, pero sí con el resto del país.
A su vez, Irlanda del Norte podría seguir acogiéndose al sistema aduanero británico, pero solo para los bienes destinados para consumirse dentro de la provincia. Mediante facturas, y con un sistema similar al de las devoluciones del IVA, los ciudadanos y empresas norirlandesas podrían exigir al Gobierno que les devolviera la diferencia en los productos en los que hubieran pagado, siguiendo los niveles europeos, más aranceles de los fijados por Londres.
Donald Tusk: "El Reino Unido todavía no ha propuesto una idea factible y realista. Pero hay señales prometedoras."
Aunque no hay ninguna confirmación oficial todavía, este viernes Johnson se negó por dos veces a confirmar que Irlanda del Norte abandonaría la unión aduanera europea y aplicaría las regulaciones británicas al completo, lo que hace sospechar que su plan es hacer justo lo contrario. Además, el Telegraph, que tiene línea directa con el primer ministro, abría este viernes advirtiendo de que "Irlanda del Norte no puede ser una piedra atada al Reino Unido" que frene la aplicación del Brexit, señalando que el Gobierno está más cerca de levantar sus líneas rojas sobre la provincia.
Por su parte, el negociador jefe de la UE para el Brexit, Michel Barnier, confirmó que los Veintisiete habían dado la luz verde para pasar a la etapa de negociaciones intensas, insistiendo en que no se habían movido de sus líneas rojas. Aunque el jefe del Consejo Europeo, Donald Tusk, no fue tan optimista: "El Reino Unido todavía no ha propuesto una idea factible y realista. Pero hay señales prometedoras. Cualquier posibilidad que haya, por pequeña que sea, debe ser aprovechada".
¿Rebelión en Westminster?
Una cuestón clave es si es posible acordar un nuevo tratado antes del sábado 19, cuando el Parlamento británico debe elegir entre ratificar un acuerdo o pedir una prórroga. Pero la pregunta del millón es si Johnson tendría suficientes votos para sacar adelante una concesión de ese nivel.
De entrada, los 'brexiters' -entre los que se encontraba él mismo- aprobaron en 2018 una enmienda que, en la práctica, hacía ilegal este plan, y que debería ser derogada antes de poder ratificarlo. Lo segundo es saber si los votos clave que necesita Johnson -los unionistas norirlandeses, los 'brexiters' duros y los laboristas pro-Brexit- estarían de acuerdo con una propuesta que han atacado durante dos años.
Sin ir más lejos, el actual jefe parlamentario de los 'tories', Jacob Rees-Mogg, tachó la propuesta de "cretinez" y "traición al sentido común". Johnson, de hecho, puso esta oferta como uno de los motivos de su dimisión como ministro de May. Aunque quizá solo un 'verdadero creyente' pueda conseguir la aprobación de una cesión así, igual que el presidente de EEUU Richard Nixon aprovechó sus credenciales de anticomunista furibundo para reabrir relaciones con China. May no creía en el Brexit, Johnson sí. La pregunta es si su apoyo convertirá el plan de May en aceptable o, por el contrario, él también acabará convertido en un traidor.