
La última oferta a la UE está sobre la mesa, y es "esta o una salida sin acuerdo". El primer ministro británico, Boris Johnson, presentó este miércoles su propuesta final para el problema de la frontera irlandesa que hasta ahora ha impedido la aprobación del plan de salida de la UE. Su propuesta cumple los peores augurios de Bruselas: en vez de una frontera en la isla, prevé tener dos. Irlanda del Norte sería un territorio extraño, dentro de la unión aduanera con Reino Unido pero en el mercado común de la UE, lo que requeriría controles fronterizos a cada lado de la provincia. [Lea aquí la carta completa de Johnson]
Esta propuesta incumple las exigencias europeas de que Irlanda del Norte se mantenga por defecto en la órbita legal europea en caso de no llegar a otros acuerdos -en este caso, la situación por defecto es el equivalente a una salida sin acuerdo-. Además, rompe el requisito irlandés de que no hagan falta controles fronterizos internos en la isla e incluso la condición de los unionistas norirlandeses de que no haya inspecciones en los puertos para el comercio con Gran Bretaña, algo que sí sería necesario con estas reglas. Es muy poco probable que todas las partes lo acepten, y algunos opositores, como la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, han tachado el proyecto de "creado para fracasar", de forma que Johnson pueda culpar a la UE de una salida sin acuerdo.
De entrada, el primer ministro aclara que sus planes parten de la base de que la relación entre Reino Unido y la UE será mínima después de la salida. "El acuerdo firmado por [la anterior 'premier'] Theresa May buscaba servir como puente a una integración futura. Este nuevo Gobierno ya no tiene esos objetivos, por lo que la salvaguarda de Irlanda es un 'puente a ninguna parte'".
La propuesta alternativa es mantener a Irlanda del Norte dentro de las leyes europeas del mercado común para bienes, de forma que no sea necesario comprobar cada uno de los productos que crucen la frontera para asegurarse de que sean legales en el continente. A cambio, habría controles fronterizos entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, dividiendo en dos el mercado británico. Por contra, la provincia se mantendrá en el sistema aduanero y de declaración del IVA británicos, una propuesta similar a la que hizo May en 2018 y que fue aplastada sin miramientos por los Veintisiete en la cumbre de Salzburgo de ese verano.
De aprobarse, esto obligaría a seguir telemáticamente a todos los bienes que crucen la frontera irlandesa, dado que no habría puestos fronterizos como ocurre entre Noruega y Suecia, para asegurarse de que hayan pagado los aranceles e impuestos en el lugar correspondiente. Esos controles "se realizarán en los locales de las empresas o en puntos designados", junto a "controles electrónicos" y otras herramientas digitales que hasta ahora habían sido rechazadas de plano por Bruselas.
Todo esto estaría sujeto a la aprobación de la Asamblea norirlandesa en Stormont, que podría vetar los acuerdos de entrada y tendría que renovar su visto bueno cada cuatro años. De no hacerlo, todos estos acuerdos se anularían, Irlanda del Norte pasaría a tener las normas británicas y se volvería a la frontera física en la isla. Por si acaso, Johnson ofrece a ambos lados hacer "una promesa" de que no se construirían barreras si se da el caso.
El DUP lo compra, las bolsas no
Las reacciones no se hicieron esperar. El selectivo londinense, el Footsie, caía un 3,21% en los minutos posteriores al anuncio, en medio de un enorme escepticismo de los mercados. A este ritmo, sería su peor caída desde enero de 2016.
Más optimismo mostró el partido unionista norirlandes, el DUP, que fue el principal detractor del acuerdo cerrado por May. Esta vez dio su visto bueno, un paso clave para Johnson, atraído por la posibilidad de seguir en la unión aduanera y por el derecho de veto que, en la práctica, le da la obligación de renovar el acuerdo cada cuatro años.
No parece que nadie más comparta su entusiasmo. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, agradeció que Reino Unido acepte las regulaciones europeas para bienes pero señaló los "problemas" y "preocupaciones" de la propuesta. La UE, advirtió, no ve con buenos ojos tener que renovar el acuerdo cada cuatro años y está completamente en contra de los controles aduaneros a los que obligaría este plan. Juncker oferció "seguir hablando", que es lo mínimo a lo que aspiraba Johnson, pero no ofreció pasar a la etapa de negociaciones aceleradas para su aprobación, como hubiera ocurrido si la propuesta hubiese sido aceptable.
Pero el rechazo más duro vino de parte de Irlanda. La líder del Sinn Féin, el segundo mayor partido del Norte, se preguntó si "Johnson está hablando en serio y quiere un acuerdo". La cámara de Industria de Irlanda del Norte advirtió de que estas reglas "destruirían" a las empresas de la provincia. Los laboristas irlandeses tacharon la propuesta de "ruinosa". Y el número dos de Fianna Fáil, el partido que sostiene al Gobierno irlandés, desestimó las propuestas como "vagas" y "aspiracionales". No parece que los destinatarios de la propuesta de Johnson estén muy a favor.