Como en casa, en ningún lado. El próximo año, el país encargado de organizar la reunión del G-7 será EEUU. Y su presidente, Donald Trump, cree que lo mejor será celebrarlo en una de sus propiedades: el club de golf Trump National Doral, en Miami, Florida.
En la rueda de prensa tras su encuentro con la canciller alemana, Angela Merkel, Trump explicó que le gustaría celebrar el encuentro en su campo de golf porque "está cerca del aeropuerto" de Miami, y porque sus salas de conferencias son "excelentes". Aun así, dijo que no había tomado una decisión final.
Trump compró el resort por 150 millones de dólares en 2012, cuando sus entonces dueños habían declarado la bancarrota. El terreno cuenta con cinco pistas de golf, hoteles y un spa, que el presidente cree que serían "magníficos" para el encuentro con los otros jefes de Estado y Gobierno. Según sus cuentas, los beneficios del resort han caído un 69% desde 2015, cuando Trump terminó las obras de remodelación.
Esta decisión podría acarrear problemas legales para Trump, ya que la Constitución estadounidense prohíbe que el presidente reciba regalos o ingresos de Gobiernos extranjeros sin la autorización del Congreso. Hasta ahora, Trump ha justificado que mandatarios extranjeros se hayan alojado en sus hoteles como un regalo suyo a ellos, o argumentando que la ley no prohíbe hacer negocios con ellos. Pero, en este caso, Trump estaría obligando a los líderes extranjeros a alojarse ahí, pagándole a él por el privilegio.
Los asesores de Trump habían intentado convencerle de que no escogiera ese lugar, según el Washington Post. Pero el Trump de las últimas semanas ya no acepta consejos de nadie, como está demostrando de forma cada vez más clara con sus movimientos en la guerra comercial con China y sus tuits.