Los accionistas de Ferrovial han ignorado las presiones del Gobierno y han decidido que su empresa asuma su propio destino. La injerencia política en una cuestión de índole puramente privada ha marcado el transcurso de las últimas semanas, desde que el 28 de febrero la compañía anunció su reorganización societaria, por la que, si no hay sorpresas, mudará su sede desde España a Países Bajos. Una apabullante mayoría de los accionistas votó a favor de la operación en la junta de este miércoles. Ahora la empresa tendrá que esperar hasta mediados de mayo para rubricar la fusión por absorción de Ferrovial SA y Ferrovial International, convirtiéndose ésta, como sociedad europea, en la nueva matriz del grupo.
Pocas veces la asamblea de una empresa española había generado tanta expectación como la celebrada este jueves por Ferrovial en el recinto del Palacio de los Duques de Pastrana, en el Paseo de la Habana 208 de Madrid. Más de un centenar de periodistas españoles e internacionales siguieron presencialmente la cita, caldeada en los días previos por el cruce de acusaciones entre miembros del Ejecutivo de Pedro Sánchez y la dirección de Ferrovial.
El traslado de la sede desde España a Ámsterdam ha sido atacado durante las últimas semanas brutalmente por el Gobierno, que no ha dudado en amenazar con retirar los beneficios relacionados con la neutralidad fiscal que establecen la legislación española y europea. Una ofensiva ante la que el consejo de administración de Ferrovial, encabezado por su presidente y primer accionista, Rafael del Pino, no se ha amilanado. Tampoco los accionistas, que votaron este jueves mayoritariamente a favor de la operación y ninguno de los más de 600 asistentes levantó la voz en contra -sólo intervinieron cuatro que bendijeron sin paliativos la propuesta-.
Dando por bueno que la operación se concretará en mayo, Ferrovial afronta un nuevo futuro en el que aspira a reforzar su perfil internacional y a abundar en la estrategia de crecimiento de su negocio. Sólo el tiempo dictaminará cómo afecta la decisión a la compañía, pero a priori los efectos positivos serán mayores que los negativos.
La motivación principal detrás de la operación es dar el salto a la Bolsa de Nueva York. Y, para ello, la única forma que ha encontrado es hacerlo primero al Euronext de Ámsterdam a través de una sociedad europea con sede en Países Bajos. El Gobierno, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y Bolsas y Mercados Españoles (BME) han insistido en que podría haber llegado a Wall Street manteniéndose en España, pero la realidad es que a día de hoy la conexión entre los dos mercados bursátiles, el español y el estadounidense, no está habilitada -sí desde Ámsterdam-.
Como cotizada en Estados Unidos, su primer mercado, Ferrovial aspira a atraer a más inversores internacionales, especialmente norteamericanos, potenciando la liquidez de su acción. Con ello pretende ganar mayor visibilidad en el país, donde apenas cotizan empresas de infraestructuras puras como Ferrovial, para aprovechar los ingentes planes de inversión y sumar nuevos proyectos a su cartera. Además, prevé mejorar las condiciones de financiación, clave para una compañía cuyas actividades requieren inversiones milmillonarias.
De igual modo, como sociedad europea, la nueva Ferrovial también tendrá una mayor protección para su movimiento en territorios de la Unión Europea y, asimismo, ganará atractivo para atraer talento. En el lado negativo emergen las amenazas del Gobierno, que podrían derivar en un conflicto judicial por la interpretación de las normas fiscales aplicables a la operación -su resolución, en todo caso, se dilataría por varios años- y en una mayor dificultad para sumar contratos públicos con el Estado, al menos mientras perdure el gobierno de coalición que lidera Pedro Sánchez.