
Acciona, Ferrovial Gestamp, Grifols o Inditex son algunas de las compañías de nuestro país que buscan aprovechar el crecimiento de la economía y el consumo en Asia.
Asia ha pasado de ser la fábrica del mundo desarrollado a convertirse también en un mercado indispensable para el crecimiento de muchas empresas internacionales, gracias a la expansión de las clases medias y de los millonarios en países como la India, China, Tailandia, Turquía o Arabia Saudí.
Las proyecciones del Fondo Monetario Internacional indicaban en abril que el PIB de la región de Asia-Pacífico en su conjunto crecerá un 4,9% en 2022, 0,5 porcentuales menos de lo que se preveía en enero y por debajo del 6,5% que creció la región el año pasado. "La mayoría de las economías emergentes y en desarrollo de Asia son importadoras netas de petróleo, gas y metales, lo que las hace especialmente vulnerables al aumento de los precios mundiales de las materias primas", explicaban los expertos del FMI hace apenas un mes.
"Esto significa que un deterioro de su relación de intercambio -una medida de los precios de las exportaciones de un país en relación con sus importaciones- probablemente reducirá el crecimiento, debilitará las monedas y empeorará las balanzas por cuenta corriente. Los elevados costes de los alimentos y el combustible también aumentan las presiones inflacionistas, especialmente en los países de renta baja, donde representan una gran parte del gasto de los consumidores", advierten los economistas del fondo, si bien estiman que muchos países parten de niveles de inflación relativamente bajos.
En el análisis que hace la institución financiera también se subrayan dos factores de riesgo: la invasión de Ucrania por parte de Rusia, a la que describen como "el mayor reto para el crecimiento económico" (en parte por la reducción de la demanda de Europa) y también los recientes confinamientos en China para frenar la propagación de la Covid, que "amenazan con causar más interrupciones en las cadenas de suministro regionales y mundiales".
Sin embargo, no parece que esto vaya a empañar la visión de largo plazo de que el siglo XXI será el siglo de Asia. Ya en 2019, The Economist titulaba "El siglo asiático está a punto de comenzar" y preveía que las economías asiáticas iban a ser más grandes que el resto del mundo combinado en 2020, por primera vez desde el siglo XIX.
Para la consultora McKinsey & Company, esta visión se aprecia en que los consumidores asiáticos representarán la mitad del crecimiento del consumo mundial en la próxima década" y, además, consideran que "el trastorno económico asociado a la pandemia parece haber acelerado el cambio hacia las cadenas de suministro de Asia para Asia". Es decir, que Asia comercia cada vez más con Asia.
No obstante, hay opiniones menos entusiastas, como la de Lee Jong-Wha, el que fuera economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo, quien en un artículo publicado en Project Syndicate el año pasado recalcaba que "el siglo XXI sólo pertenecerá realmente a Asia si es capaz de desarrollar un liderazgo unificado y colectivo".
Y es que, a pesar de todo, Asia mantiene todavía dos fortalezas importantes: la demográfica, con más de 4.000 millones de habitantes, y la tecnológica, gracias a la fabricación de componentes electrónicos y el desarrollo de la inteligencia artificial y nuevos materiales.
CHINA
El FMI prevé que el producto interior bruto de China crecerá un 4,4% este año, una cifra que palidece en comparación con la de India (8,2%), pero también la de Filipinas (6,5%), Bangladesh (6,4%), Indonesia (5,4%) o Vietnam (6%). Las estimaciones apuntan que la riqueza china aumentará un 5,1% en 2023, después de haberlo hecho un 8,1% el año pasado, tras la parálisis de la pandemia.
El peso de China en la economía mundial es tal, que hace unos días los expertos de JP Morgan dieron la voz de alarma. "El mayor riesgo a corto plazo para la economía proviene de China, donde parece cada vez más probable una contracción total del PIB este trimestre. Las consecuencias de sus políticas Covid de tolerancia cero se están acumulando y la reunión del Politburó deja entrever que no parece probable una modificación de la política pronto".
Son muchas las empresas españolas presentes en China y con inversiones allí. Un claro ejemplo es Inditex, con 303 tiendas en el país asiático -133 de la marca Zara-, según datos de la compañía gallega. Sin embargo, Inditex ha dado un giro en su estrategia comercial reduciendo el peso de Asia en sus cuentas mientras pone el foco en el continente americano, sobre todo, en Estados Unidos. De acuerdo con el último informe anual de la compañía, y justo cuando Marta Ortega ha sustituido a Pablo Isla en la presidencia, Asia ha pasado de representar el 23,2% de las ventas físicas y online de la empresa en 2020 al 19,7% al cierre del último ejercicio, el pasado 31 de enero.
Otro caso interesante es el de Gestamp, especializado en el diseño y la fabricación de productos que se integran en la carrocería de los vehículos. Cuenta con diez plantas manufactureras en el país, en ciudades como Tianjin, Dongguan o Wuhan, así como dos centros de investigación y desarrollo. Según los datos estimados de FactSet, Gestamp obtuvo en 2021 en torno a un 11% de sus ingresos de China, frente al 17% que provino de los Estados Unidos.
Asimismo, destaca la presencia de Grifols en el país, donde cuenta con una participación en el capital accionarial de Shanghai RAAS Blood Products, líder de la industria de hemoderivados en China. Justo este año, la empresa catalana nombró a Shanghai RAAS distribuidor exclusivo de sus productos basados en la tecnología de ácidos nucleicos para el análisis del plasma.
INDIA
Si China tuvo su momento de apertura al mundo en los años 70, la India está viviendo el suyo en los últimos años, y son muchos los sectores de su economía en los que las empresas españolas e internacionales desean abrirse camino: desde la distribución y las telecomunicaciones a la construcción de autopistas e infraestructuras y la puesta en marcha de energías renovables. Todo ello en el segundo país más poblado del planeta, con alrededor de 1.380 millones de habitantes -como 30 veces la población de España-.
El PIB indio crecerá un 8,2% en 2022 después de haberse incrementado un 8,9% el año anterior, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional. Para 2023, la institución con sesde en Washington prevé un crecimiento de la riqueza de este país asiático del 6,9%, la tercera cifra más alta entre las economías emergentes de Asia (tras Vietnam y Mongolia).
Una empresa española que lleva algunos años en India es Abertis, que gestiona Isadak. Esta compañía controla a su vez el 100% de la firma concesionaria Trichy Tollway Private Limited, y explota la autopista NH-45 (al sur del país, en la zona de Chennai); y el 74% de Jadcherla Expressways Private Limited, entidad que tiene en concesión la autopista NH-44, que conecta Hyderabad con Bangalore.
En el terreno de las concesiones, Ferrovial también está en India por medio de su filial Cintra, que en diciembre cerró la compra de una participación del 24,86% en la compañía IRB Infrastructure Developers. Esta gestiona más de 2.500 kilómetros de carreteras, como la que une Bombay y Pune.
Otro caso de éxito español en la India es Acciona, que llegó al país en 2006 y a día de hoy cuenta con cuatro parques eólicos operativos en el estado de Karnataka, todos participados al 100 % por la compañía. Además, Acciona desarrolla proyectos de tratamiento y abastecimiento de agua en el país, igual que hace en Vietnam y Filipinas. A esto se suma que Nordex, el fabricante alemán participado en un 30% por Acciona, levantará en India los mayores aerogeneradores del país. Algo que lleva haciendo Siemens Gamesa desde 2015, cuando consiguió su primer contrato de turbinas eólicas allí.
India representa una gran oportunidad para las empresas españolas, como saben en Borges, cuyo aceite de oliva y frutos secos han encontrado en el país asiático su sexto mercado a nivel mundial; y como saben también en Gestamp, que ya tiene tres plantas en el país, la última de las cuales -de estampación en caliente- inició su actividad en 2017.