
Celsa tiene en su foco estratégico las desinversiones en el extranjero. La compañía ha encargado a Citi que haga una valoración sobre los activos que tiene en Reino Unido, Polonia y Noruega. Y mientras espera los resultados del estudio y busca los candidatos a quedarse con las plantas hace frente a las obligaciones a las que debe responder por la deuda acumulada en estas mismas filiales, que quedó fuera del plan de reestructuración, aunque no sea con vocación de largo plazo, como pasa en su filial nórdica. Los nuevos accionistas han refinanciado este mismo 2024 un préstamo firmado con la banca, pero solo por un año más.
Según consta en las cuentas anuales presentadas por el grupo, este mismo año se ha acordado con las entidades de crédito prolongar por un año un préstamo cuyo saldo era de 27,5 millones, aunque la extensión ha sido por 12 meses. Los fondos afrontan una refinanciación corta ante las dudas de que se mantengan en el capital por mucho más tiempo.
De hecho, fuentes del mercado explicaban a elEconomista.es que la filial de Noruega era la que tenía más números de venderse: "es una filial con valor, sin mucha deuda, que disfruta de precios bajos de la energía, con un ecosistema de clientes propio y sin muchas sinergias al estar cerca del círculo polar ártico". Más allá del préstamo renovado, la sociedad apenas tiene líneas de crédito por valor de 40,1 millones y otros créditos que suman 8,2 millones.
Distinta era la situación en Polonia, donde el pasado mes de diciembre los fondos tuvieron que inyectar otros 414 millones de euros por una cláusula incluida en el anterior préstamo por cambios accionariales. Fue principalmente SVP, también accionista, quien prestó la mayor parte del montante económico, que vence en 2026. El dinero sirvió para resolver la financiación de 392 millones vigente y pagar un dividendo de 16 millones de euros a la matriz.
En ambos casos, la deuda está respaldada por los activos de la compañía en el país.
Tampoco Celsa UK tuvo un 2023 tranquilo en el apartado de la deuda. En junio, a días de que se celebrase el juicio en Barcelona y pocos meses antes de perder la compañía, la familia Rubiralta acometió la refinanciación de la filial británica. La saga catalana optó por un plazo mayor, hasta junio de 2028, e incluyó en la renovación tanto un préstamo que pasó de 65 millones de euros a 35,2 millones de euros y una línea de 200 millones de libras –234 millones de euros, al cambio actual- de la que, a finales del pasado ejercicio, había utilizado 134 millones de libras.
Por otro lado, Celsa recuerda en sus estados financieros que a lo largo del último año invirtió 99 millones de euros en sus filiales internacionales para mejorar sus procesos productivos.
A la espera de la venta
Con el pasivo ya ordenado –solo en el caso británico a largo plazo-, los fondos ya manejan junto a Citi la futurible venta de las filiales. La empresa, que confirmó el encargo, dijo en su momento: "La decisión responde a la voluntad que tiene la compañía de profundizar en el conocimiento y alternativas que ofrecen sus divisiones internacionales. Se trata de un ejercicio de exploración y en ningún caso se ha tomado ninguna decisión concreta".
Sin embargo, la operación está afectada por dos fuerzas que empujan en direcciones contrarias. La primera, la voluntad de los fondos de rentabilizar ya su inversión en Celsa. No obstante, el clima en el sector del acero europeo no es el mismo ahora que hace dos años, cuando la industria batía récords. Hoy los costes energéticos y la atonía de la demanda enfriaron el ambiente y está por ver si las valoraciones obtenidas se alinearán con las expectativas de los fondos.
Más lejos en el horizonte parece la venta del 20% de su capital a un grupo español, tal y como se comprometió con el Gobierno. El Ejecutivo le dio seis meses para iniciar el proceso, aunque por el momento no se ha abierto un procedimiento formal.