
Celsa cierra sus primeras cuentas sin la familia Rubiralta en el accionariado con un beneficio de 459 millones de euros. Las ganancias se deben eso sí a la quita de 1.418 millones de deuda con la que los fondos se hicieron con el 100% del capital. Sin la reestructuración, se hubiera cerrado el ejercicio con unas pérdidas de 918 millones; tanto por el efecto de las cantidades adeudadas como por el descenso de la actividad ordinaria.
El nuevo consejero delegado, Jordi Cazorla, y el presidente, Rafael Villaseca, comparecieron este martes por primera vez tras tomar posesión para explicar las cuentas de la siderúrgica en 2023. El año estuvo marcado por la sentencia del juzgado de lo mercantil 2 de Barcelona, que permitió a los fondos hacerse con la organización basada en Castellbisbal (Barcelona) a cambio de rebajar su pasivo desde los 3.734 millones hasta los 2.316 millones de euros.
Los también acreedores reorganizaron también el grupo, que hasta entonces pendía de tres cabeceras distintas, en una sola matriz que consolidase todo el negocio, tanto nacional como internacional.
Una vez dentro, los fondos detectaron un crédito de 539 millones a las patrimoniales de la familia Rubiralta en el contexto de la última refinanciación que era "incobrable" –las sociedades están en concurso- y salvedades advertidas por el auditor (EY) por valor de 936 millones. Acometieron además una rebaja del valor de los activos de 247 millones. De esta suma, sacaron unos fondos propios que, de no haber sido por la reestructuración, hubieran quedado en –1.187 millones.
Así, el resultado neto hubiese sido negativo en 918 millones; una cifra que saltó hasta los +459 millones con la capitalización de la deuda. No obstante, las ventas cayeron desde 6.100 millones hasta los 4.765 millones de euros, el 22% menos. Por ello, el ebitda se encogió un 50% y pasó de 885 millones a 441 millones, con un descenso a medida que avanzaba el año: en el primer semestre fue de 286 millones y en el segundo de 155 millones.
Los planes de Celsa para 2024
Una vez presentadas las cuentas de 2023, los nuevos dueños de la compañía ya trabajan en el nuevo plan estratégico de la siderúrgica, para el que han contratado a Bain & Company. En la hoja de ruta está la posible venta de filiales en el extranjero. La compañía tiene fábricas en Noruega, Polonia y Reino Unido. Y la sociedad nórdica es la que más números tiene de entrar en una operación corporativa, como explicó elEconomista.es.
En paralelo, mantiene el proceso de búsqueda de un inversor nacional para que se haga con el 20% del grupo, tal y como se comprometió con el Gobierno. En las quinielas aparecen Megasa, Christian Lay y Sidenor, aunque parece poco probable que las autoridades de competencia autoricen procesos que impliquen un alto grado de concentración.
La firma sí debe realizar ahora un relevo en su cúpula ejecutiva tras la salida de hasta seis directivos con el adiós de la familia Rubiralta. Los fondos están ahora inmersos en la búsqueda de nuevos dirigentes. Ya anunciaron el fichaje del nuevo director financiero, Borja García Alarcón, procedente de Indra.
Además, en una junta extraordinaria celebrada este martes, los fondos ratificaron la incorporación de cuatro nuevos consejeros independientes: Hilario Albarracín, Elena Guede, Juan José Nieto y Mario Longhi.