Tener un trabajador tóxico puede afectar negativamente a toda la empresa, ya que contamina el clima laboral, reduce la productividad y eleva innecesariamente los costes. Lo mejor que se puede hacer es alejarse de este tipo de compañeros, pero no siempre es posible, e incluso a veces toca trabajar mano a mano con ellos, sobre todo en esta época en la que el trabajo en equipo es cada vez más popular.
Estos empleados se caracterizan por sus conductas tóxicas crónicas, desfavorables y molestas para el resto de compañeros, para el equipo y para las personas. "Saber cómo afectan al equipo estos comportamientos nos permite hacer un autoanálisis y verificar si tenemos alguna conducta que podamos corregir", explica Gina Aran, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
"Saber por qué alguien se comporta de manera tóxica nos da pistas para neutralizar sus efectos"
"Y saber por qué alguien se comporta de manera tóxica nos da pistas para neutralizar sus efectos o, incluso, para ayudar a reconducir las conductas negativas hacia otras más favorables", confirma esta experta.
Las personas que adoptan roles tóxicos más perjudiciales suelen tener en común "una falta de compromiso, un orden de prioridades que siempre se decanta hacia ellas mismas", explica la profesora.
De esta forma, Aran señala la importancia de identificar sus motivos y actuar. En concreto, identifica cuatro perfiles a tener en cuenta, y cuál es el tratamiento que se les debe dar.
Perfiles molestos
El primer caso corresponde a los dominadores, aquellas personas a las que le gusta el protagonismo, tienden a ser autoritarios y a hablar de cuestiones que no conocen, lo que desemboca en la frustración de los compañeros. "Complican el desarrollo de las reuniones, pero en realidad suelen ser personas que buscan un reconocimiento rápido y que tienen una autoestima baja", apunta la experta.
Como solución, Aran recomienda hacer que estas personas se sientan reconocidas, aunque la reacción emocional espontánea de los compañeros vaya en sentido contrario.
El siguiente compañero tóxico es el obstructor. "Tratan de hacer eterna la toma de decisiones y se recrean en los asuntos, pierden el tiempo en cuestiones que ya se han visto para que el proyecto y las tareas no avancen", describe la profesora.
También facilitan información confusa para culpar a los demás de los posibles fracasos o errores. En este caso, el motivo principal de su manera de actuar suele ser que les cuesta asumir responsabilidades. Por ello, para transformar los roles obstructores, "conviene planificar detalladamente las tareas e, incluso, dejarlas por escrito".
El tercer caso es el trabajador siempre crítico. Se dedican, sobre todo, a identificar los errores de los demás o, también, a atribuirse méritos que no les son propios. Es habitual que cuestionen al responsable del equipo. "Suelen ser personas desconfiadas, que sienten envidia y que creen que los otros están en contra de ellas", asegura Aran, que recomienda "demostrarles que las escuchamos y las valoramos, pero también debemos indicarles por qué una propuesta suya no prospera, con la precaución de no sentir que nos manipulan".
Por último están los parasitarios. "No son los más tóxicos, pero suelen desmoralizar a los otros compañeros si el responsable del equipo no actúa", afirma Aran. Evitan las tareas complicadas, son propensos al absentismo y, cuando están en el trabajo, dedican ratos a conectarse a las redes sociales o a charlar con otros compañeros.
"Si podemos saber las causas de su actitud tan pasiva y ayudarles a motivarse, quizás encontraremos opciones para solucionar la situación. Si no podemos, no deberían formar parte del equipo", dice.