
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha echado a Pablo Iglesias un órdago en toda regla: apoya su investidura o elecciones el 10 de noviembre. Se trata de una propuesta que el dirigente de Podemos no puede rechazar. Sobre todo si le da la posibilidad de tocar poder, aunque solo sea a través de personas independientes y solventes.
No aceptarlo sería tanto como repetir el error de 2016, cuando la formación morada rechazó apoyar un Gobierno de centro izquierda (PSOE-Ciudadanos) sin mayoría, que le habría permitido quedarse con la sartén por el mango y con el mango también.
Pablo Iglesias no está en condiciones de no apoyar una investidura de izquierdas. Su partido no cuenta con recursos económicos suficientes para afrontar unas nuevas elecciones generales. Las tres últimas consultas han sido muy onerosas y al no alcanzar sus expectativas de escaños solo ha recuperado una parte de lo que se ha gastado. Todos los sondeos indican que en estos momentos tendría menos votos y diputados de los que tiene en la actualidad, por lo que las arcas de la formación morada están escuálidas.
Con estas premisas, su tesorero no debe estar muy feliz ante la posibilidad de unos nuevos comicios, que le dejarían peor de lo que está. Quiera o no, el líder de la coleta larga tiene que pasar de la poesía a las matemáticas.
Las "tres derechas" han creado el marco para que las izquierdas estén en el poder durante una década
Dicho de una manera más directa y llana: Iglesias tiene el agua en el cuello y más vale pájaro en mano que ciento volando. Se lo ha dicho claramente Sánchez a través del CIS de Tezanos. Si el PSOE gana los tres puntos que pierde Podemos tal vez no le necesite para formar Gobierno. Durante el año que ha gobernado Sánchez, tras la moción de censura contra Rajoy, las cosas han funcionado relativamente bien para unos y para otros.
Ha sido una especie de Gobierno a la portuguesa, siguiendo los consejos del socialista Antonio Costa. Si una cosa funciona ¿por qué hay que intentar cambiarla? No tiene sentido, sobre todo cuando resulta más que evidente que la sociedad española y los propios dirigentes socialistas no están preparados para ver "las coletas" en la Moncloa. Se trata, por tanto, de un paso intermedio antes de que Pablo Iglesias se siente en el Consejo de Ministros. No podemos dejar de lado que el partido acaba de empezar y las "tres derechas" han creado el marco para que las izquierdas estén en el poder durante una década.
Es cierto que entre las dos formaciones no suman los 176 escaños que se necesitan para alcanzar la mayoría absoluta. Pero el PNV y EH Bildu ya han anunciado que están dispuestos a poner en valor sus diez escaños y lo mismo ocurre con los 15 de ERC, que prefiere facilitar un Gobierno de Sánchez a unas nuevas elecciones que dibujaran una relación de fuerzas menos ventajosa. La posibilidad de un Ejecutivo de coalición entre socialistas y Ciudadanos a los independentistas les pone la carne de gallina, por no hablar de un Gobierno formado por las tres derechas (PP, Cs, Vox). La hipótesis de que las manifestaciones y revueltas que se esperan tras la sentencia del procés podría provocar un renacer de la España de las banderas, con el consiguiente incremento de votos para los conservadores. El efecto calendario es un elemento que hay que tener muy en cuenta. La sentencia se espera para octubre y las elecciones serían en noviembre.
Por todo ello, no existe la mínima duda de que Pedro Sánchez será investido presidente el próximo 25 de julio. Podrían esperar al mes de septiembre, ¿y para qué? Todo parece indicar que al dirigente socialista le ocurrirá lo mismo que a Tom Kirkman (Kiefer Sutherland), el protagonista de la trepidante serie televisiva de Netflix Sucesor designado, que llegó a la presidencia por una carambola, pero que con el tiempo va mejorando. A veces el hábito hace al fraile.