
Con la precampaña electoral ya lanzada desde el pasado viernes los electores van situando ya a cada contendiente en su lugar. Los primeros movimientos confirman que van a producirse pocas sorpresas antes de votar, y seguramente muchas después del 28A. Todo ha comenzado con la buena costumbre de anunciar a los ciudadanos con quién se van a buscar acuerdos o con quién será imposible sentarse siquiera a hablar. Los tan cacareados cordones sanitarios que luego se disuelven como azucarillos una vez se trata del reparto del poder.
Ciudadanos no pactará con el PSOE tras las elecciones, según declaración solemne realizada tras la primera ejecutiva de esta formación una vez conocida la convocatoria de comicios. Como todos los españoles conocen que el partido de Rivera ha hecho en el pasado cosas que aseguró que nunca haría, conviene analizar qué puede haber detrás de su órdago, rápidamente contestado por el socialismo con una pregunta retórica: ¿y con Vox sí?.
Más que hacer un juramento público declarando apestado al presidente por sus negociaciones con los independentistas, parece que el partido naranja quiera dejar claro al electorado de derecha que es más fiable que el PP y volver a robarle votos por un flanco en el que Abascal y los suyos se están dando un festín. Nada más pronunciar Pedro Sánchez las palabras "disolución de las Cortes" ya se habían pronunciado decenas de analistas valorando como muy probable una posible alianza de PSOE y Cs, que además sería la favorita de la mayoría de los españoles según las encuestas de conveniencia publicadas en los últimos cinco días.
"Rivera parece tratar de abjurar de algo que en campaña le va a resultar muy nocivo (que le relacionen con Sánchez) pero que después se estudiará si dan las cifras"
Por lo tanto, Rivera parece tratar de abjurar de algo que en campaña le va a resultar muy nocivo (que le relacionen con Sánchez) pero que después se estudiará si es que las cifras otorgan a ese posible pacto una mayoría suficiente. La suma habrá que hacerla sólo con estos dos partidos, porque ni Podemos ni independentistas podrán sumarse en forma alguna a una entente donde esté presente Ciudadanos.
El otro posicionamiento nítido de estos compases de precampaña es el del presidente no electo y su equipo de ministros y ministras. Una vez enfriados los rescoldos de una comparecencia-mitin en la que Sánchez batió el récord con una mentira por cada minuto que empleó en explicar su decisión, el candidato monclovita se declara como el hombre del centro y comienza a atribuir a sus adversarios, que son lo que él llama "las derechas", la radicalidad en sus posiciones políticas.
Resulta asombroso que el líder socialista no haya detectado en Torra, Torrent, Puigdemont y Rufián la posición radical que les otorga a Casado y Rivera. Pero lo radical podría ser de forma más exacta ponerse del lado de quienes convocan consultas ilegales, como ocurrirá en la votación que el Congreso va a celebrar. O no negar que se intente de nuevo gobernar con apoyo de los partidos que quieren destruir el país y la Constitución de 1978. O incluso no negar que se vaya a volver a intentar una negociación con esos mismos actores a los que volverá a conceder un relator y una mesa de partidos nacionales a la mínima oportunidad en que así lo necesite.
Hay posiciones radicales, sin duda. Hay palabras gruesas que deberían haberse evitado en el ataque político al presidente no votado, por supuesto. Pero en estos territorios el propio Pedro Sánchez ha sido un especialista en los todavía pocos años que lleva en primera línea de la vida pública.