
El Gobierno apura las horas antes de la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona que se ha convertido en la primera gran cita con los focos encendidos del mandato de Pedro Sánchez. El presidente seguramente cometió un error bienintencionado al plantear, en medio de los calores de julio y entre los plátanos del jardín monclovita, una reunión con Joaquim Torra cuando pudiera visitarle en su palacio presidencial de Barcelona.
La cordialidad de entonces se ha tornado en crispación seis meses después, pero el Gobierno hace lo que debe al mantener su decisión de reunirse allí y no sucumbir a las nuevas amenazas de las facciones antiespañolas de Cataluña. Suspender el Consejo habría sido una cesión a la radicalidad y Sánchez hace lo correcto al mantener su firmeza en este asunto.
Hoy aquél compromiso se ha convertido en un peligro cierto y real que podría derivar en problemas de orden público y en la necesidad de que actúen las fuerzas de seguridad del Estado, tal y como ocurrió el día 1 de octubre de 2017. ¿Recuerdan? Tal vez se acuerden también de las críticas que el Gobierno recibió entonces por una actuación policial que estaba condicionada por la orden de un juez y en la que las decisiones políticas eran muy limitadas.
Los agentes desplazados para garantizar la seguridad en esa fecha crucial se cuentan por cientos, como ocurrió hace trece meses. Una cosa es predicar y otra muy distinta tener que gestionar situaciones tan delicadas como ésta, que sin duda se solventará con menos dificultades de las que se van a prever o al menos eso es lo deseable.
El inicio de las cuestiones previas en el juicio por el proceso independentista coincide con este clima de tensión institucional en el que tan cómodo se siente el independentismo. Es su caldo de cultivo favorito. Y una vez más mezclará las reclamaciones políticas con las exigencias judiciales, planteando indultos, amnistías y la inexistencia de condenas a los procesados. Escuchando estos planteamientos de los líderes separatistas que no están en prisión puede uno imaginar cómo sería la justicia de la Cataluña independiente.
En los cálidos corrillos con periodistas que han jalonado la copa navideña de Moncloa, esa lamentable forma de transmitir noticias importantes a los ciudadanos que tanto les gusta a los presidentes, Sánchez ha reconocido las dificultades que tendrá para terminar la legislatura si los partidos catalanes situados fuera de la Constitución no apoyan sus Presupuestos, que aún desconocemos. Habrá elecciones anticipadas, ha asegurado el jefe del Ejecutivo, rompiendo públicamente su estrategia de no mencionar un adelanto electoral y dando a entender que la estabilidad política del país le interesa más que agotar estos dieciocho meses en su cargo. Pero a estas alturas de la actual historia política española, ¿hay alguien que crea lo que dice el presidente?