
El apoyo por goteo de los dirigentes provinciales gallegos del PP a Pablo Casado parece poder decantar la balanza de su lado. Pero en este proceso tan nuevo e inédito todo es engañoso y al final dependerá de la decisión individual de poco más de tres mil personas que tendrán con su voto la llave de futuro del partido de centro derecha español.
Se trata de una segunda vuelta en la que muchos análisis han apostado por recordar las peculiaridades de aquellos países en los que la segunda votación, que reduce a solo dos los candidatos, propicia alianzas determinantes por parte de los que han quedado por el camino. Esto es radicalmente distinto: el electorado que elegirá al líder del partido conservador español no tiene nada que ver con el que eligió a los dos finalistas. Son menos, distintos, y la mayoría ostentan cargos y posiciones que harán mucho más reflexiva su decisión por lo que todos ellos se juegan. En ese contexto, pesará enormemente lo que los compromisarios del Congreso entiendan que Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría harán con el proyecto ideológico del PP.
La imagen de un Casado volcado a la extrema derecha es completamente irreal, como lo es también la de una Sáenz de Santamaría reducida a un perfil de funcionariado que beneficiaría a los adversarios del PP. Ni el primero es un radical, ni la segunda es tan tecnócrata como puede parecer tras su paso de siete años y medio por el gobierno. Esa simplificación, a la que contribuyen las declaraciones de José María Aznar insinuando su apoyo a Casado y las de Rodríguez Zapatero mostrando su debilidad por Santamaría, difícilmente va a ser asimilada por los delegados, que conocen bien a ambos y decantarán su papeleta más por la proyección de sus probables hechos hacia el futuro que por la calificación de lo que hicieron en el pasado. Ninguno de los 3.082 votantes en la elección del sábado va a creerse lo que los medios de comunicación publican, con intenciones en uno u otro sentido, sobre los perfiles de Pablo y Soraya, y por tanto la contaminación de su voto, si es que se produce, tendrá componentes muy distintos a los que marcan los titulares de prensa.
La pelea soterrada entre Cospedal y Santamaría saldrá a la luz en esta fase final de las primarias
Uno de esos elementos va a ser sin duda la pelea, soterrada durante años y abierta aunque elegante desde la salida de Rajoy, entre Cospedal y Santamaría. La ex secretaria general no oculta ya su deseo de que la ex vicepresidenta sucumba en la segunda vuelta y se cierre definitivamente su proyección política, que creció al amparo de un Rajoy ausente en la pugna actual. Cospedalistas y sorayistas están librando una batalla subterránea que ha tenido en los videos de ambas partes su proyección pública, pero que es aún más intensa tras el decorado que se limita a ver la opinión pública. Ambas maquinarias están trabajando a pleno rendimiento.
Lo que se juega el PP el sábado no es lo único importante para nuestro país. Se juega mucho el gobierno, a quien beneficiaría un partido de oposición más dividido e irreconciliable que tienda poco a poco a seguir el camino de UCD. Un PP que siguiera un camino de "ministerio de la oposición" y renunciara a dar batallas de calado ideológico. Y se la juega igualmente Ciudadanos, el partido que oscila desde su posición centrista hacia ambos lados convertido en fiel de la balanza, y para el que todos los juicios reservan mejor futuro electoral si gana Sáenz de Santamaría que si lo hace Casado. Algo que está por demostrar.