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España también está parada en la AP-6

  • La normativa electoral provoca que el 21-D aboque al desgobierno

El desafío soberanista ha sumido al país en un atasco político lento y por capítulos pero atasco al fin y a cabo. Como los vehículos que transitaban por la AP-6 durante el temporal del pasado fin de semana, la situación política deja en evidencia la deficiente gestión y el escaso aprendizaje del pasado. Y, del mismo modo que el temporal, no por avisado ha sido evitado su impacto.

El recrudecimiento del órdago independentista era un secreto a voces desde antes de manifestarse en su máxima expresión a primeros de septiembre de 2017. Pero los quitanieves políticos e institucionales no estaban preparados para tanta unilateralidad porque ignoraron, desoyeron o infravaloraron la determinación de sus ideólogos, y empezaron lentamente a emprender su marcha, a cada golpe de hecho consumado, logrando solamente trasladar la caravana a otro punto del camino.

El año comienza con un desgaste político generalizado, tanto a escala catalana como nacional, con visos de ingobernabilidad en la comunidad autónoma y anticipo de una reiteración de la situación en clave estatal no a muchos meses vista. Mientras, las reformas clave siguen detenidas, la nueva financiación autonómica pende de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado para 2018 cuya consecución no está garantizada aún, y el calendario político general tiene un único centro en Cataluña.

Entretanto, asistimos atónitos al planteamiento de paradojas como la de una investidura telemática desde un lugar del extranjero que es sede de las instituciones europeas más férreamente burocráticas, así como a las cábalas de los fugados o encarcelados sobre si renunciar o no a su acta de diputado en pos de una mayoría soberanista independiente de las decisiones judiciales que se avecinan.

Mientras, la proeza lograda por la fuerza más votada en los comicios del 21-D, Ciudadanos, nos vuelve a colocar frente a la carretera cortada de la controvertida normativa electoral, su discutida representatividad y la inutilidad práctica de las victorias pírricas en las urnas, algo que, ya lo hemos visto, en política resta más que suma a la hora del combate y que retroalimenta el hastío y cansancio de los votantes.

Ya no sabemos si es culpa de los conductores, como torpemente achacaba ayer la DGT a los desdichados sufridores del bloqueo en la AP-6, o de las normas del tráfico político, pero la realidad es que habrá daño económico a medio plazo, como ya muestran diversos indicadores del último trimestre.

Algo muy triste si tenemos en cuenta el sacrificio que ha supuesto en todo el país superar los duros años de crisis económica y exhibir crecimientos por encima de la media europea de forma sostenida. Cuando amainaban los azotes del ciclo económico, el procés todavía estaba allí y sus consecuencias tienen aún meses por delante para dejar su huella en la política y la economía.

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