
¿Cincuenta a uno? ¿Diez a uno? En épocas normales, los pronósticos de que se impugne a un presidente de Estados Unidos o dimita por otros motivos son malos, pero Donald Trump es distinto y no sólo porque nunca antes había desempeñado un cargo público. A medida que crece el escándalo sobre sus conexiones con Rusia, las casas de apuestas ofrecen pronósticos casi parejos de su salida de la Casa Blanca antes de que acabe su primera legislatura. Es tan probable que pase como que no.
Los mercados globales aun no lo han tenido en cuenta. Si sucede, tendrá grandes efectos. Después de todo, Estados Unidos sigue siendo la mayor economía del mundo y el dólar su moneda principal. ¿Cuál será la reacción? A corto plazo, habrá turbulencias inevitables, pero enseguida los inversores del resto del mundo estarán deseando que tome el mando su vicepresidente Mike Pence. Y es que señalará el regreso de un Gobierno más normal, porque creará más estabilidad y, aunque de momento es un desconocido, su plataforma podría basarse en menos impuestos y libre comercio.
Desde principios de los setenta, en lo más hondo de la crisis del Watergate, ningún presidente de Estados Unidos había estado tan cerca de ser retirado del cargo como Trump en los próximos años. Es cierto que la destitución es un proceso increíblemente difícil y extenso. Dura meses, si no años, y exige grandes niveles de compromiso político y apoyo. Dicho eso, siguen surgiendo nuevas acusaciones de participación rusa en su campaña y con cada mes que pasa, el presidente se hunde más y más en el fango. La casa de apuestas Paddy Power sitúa el pronóstico en 11/10. Ladbroke's ofrece el mismo pronóstico de la destitución o renuncia.
Los mercados se preocupan por muchas cosas, desde el aumento de los tipos de interés hasta el colapso bancario en la eurozona, pasando por la recesión en China o los nuevos disturbios en Oriente Medio, pero son cisnes negros en este momento. La destitución de Donald Trump es el cisne blanco -un suceso que se ve llegar a kilómetros de distancia-. ¿Cómo afectará al resto del mundo?
A corto plazo, habrá un periodo de volatilidad acusada. Con el sistema político estadounidense sumido en el caos, el Gobierno estará estancado durante un año o más. Nadie tomará decisiones sobre impuestos ni gastos, ni habrá posibilidad de nombramientos creíbles en la Reserva Federal o en ningún otro sitio. Peor aún, Trump es tan imprevisible que podría reaccionar de formas insospechadas, también para distraer la atención de sus problemas legales. No será fácil.
En cuanto el presidente Mike Pence esté acomodado en la Casa Blanca, suponiendo que ése sea el desenlace si Trump abandona el cargo antes de tiempo, los mercados, por lo menos en el resto del mundo, darán su apoyo enseguida. Hay tres razones de ello.
Primero, la política estadounidense recobrará la normalidad. Trump no es de izquierdas ni de derechas y solo es republicano de nombre. Es un populista que ha conseguido salir de la cultura de la celebridad y apoderarse de la presidencia. Eso podría ser bueno o malo, según el gusto político, pero no cabe duda de que plantea una serie particular de retos a otros países del mundo. Cualquiera que busque algo de coherencia en sus políticas saldrá decepcionado. El problema es que esas son cualidades que otros países suelen buscar en un presidente de Estados Unidos. Pence puede que tenga políticas que sean aceptables para otras personas o no, pero al menos la gente las conocerá con bastante rapidez y puede fiarse de alguna manera de que se aferrará a ellas.
Segundo, volverá la estabilidad. Como hemos visto este fin de semana en la cumbre del G-20, Trump es fundamentalmente una fuerza desestabilizadora. No sabe cómo formar coaliciones, llevarse bien con los jefes mundiales ni colaborar con otros países. La cumbre a menudo parecía una reunión de 19 líderes y un díscolo entre medias. Puede que no pase nada por ahora (nadie espera mucho del G-20 ni de ningún otro encuentro de líderes mundiales) pero ¿qué ocurriría si hubiera otra crisis como la de 2008-09, o incluso un pequeño vaivén en los mercados financieros o de divisas? ¿Qué probabilidad habría de que Trump se sentara con los líderes de Japón y Alemania para buscar una solución al problema? Tal vez no sea de cero, pero muy cerca.
Por último, aunque no sabemos mucho sobre la postura que podrá tomar Pence presidente, sus instintos parecen ser pro-negocios y pro-comercio libre. De gobernador de Indiana favoreció recortes del impuesto de la renta, equilibró el presupuesto y rechazó las subidas de los salarios mínimos a las que le obligaba la ley federal. Anteriormente, había apoyado el techo constitucional al gasto estatal. Ha defendido el tipo impositivo único. Y se ha opuesto al rescate estatal de bancos y empresas, incluso en la automoción, aunque por supuesto es una gran fuente de empleo en su Estado natal. Podría ser muy impopular en Estados Unidos (de hecho, no le votaron en la primera ronda de primarias), pero para el resto del mundo no supondrá un problema. En realidad, Pence podría ser tal vez el presidente más pro-negocios desde Ronald Reagan, allá por los años ochenta.
La mayoría de los inversores en el mundo quizá no se han parado a pensar todavía en la posibilidad de que Pence sea el presidente, pero eso podría cambiar en cualquier momento. Y cuando se les pase el susto, seguramente les gustará lo que vean, al menos comparado con lo que tienen ahora.