
Le Pen ya no quiere eliminar el euro, solo resucitar el franco dentro de Francia. Como la falsa dolarización argentina. Ecuador sí está dolarizado de verdad, sustituyó el sucre por el dólar y renunció a la soberanía monetaria. Argentina no lo hizo, mantuvo el peso convertible, que equivalía al dólar, y que siguió siendo su moneda cuando acabó su paridad. La consecuencia fue el atesoramiento del dólar; los argentinos nunca se han fiado de su moneda, tampoco entonces. Tenían razón: en poco tiempo desdolarizada su economía, la inflación se comió el valor del peso.
Le Pen sabe que, según las encuestas, el 70% de los franceses está a favor del euro. Por eso no se atreve a decir que quiere que Francia salga totalmente de él y propone una solución a lo argentino. ¿Quién les iba a decir a los gabachos que su ejemplo serían los gauchos?
No sé la respuesta de Macron a la propuesta de la líder del Frente Nacional. Pero la contestación es sencilla: es irracional, fracasada cuando se utilizó y propia de países de economía inestable.
Pero lo importante es que la marcha atrás de Le Pen es la constatación de que el euro representa la vocación europea de una gran parte de la población francesa. Su desaparición sería el fracaso del proyecto europeo.
El euro es más que una moneda. Es un símbolo. Como lo es la libre circulación de personas, el tratado Schengen, el plan Erasmus o las subvenciones de la PAC. Son avances; lo mejor que ha hecho la UE. Temas de los ciudadanos corrientes. Temas cercanos, no lejanos como las incomprensibles circulares de la Comisión, las decisiones de los eurócratas, la complicada redacción de sus tratados o las enrevesadas estructuras de Bruselas. Al euro los franceses lo tocan y, entonces, se sienten europeos. Por eso es posible que el domingo gane Macron. Como, además, este jueves se rechazaron las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos en España, el Ibex llegó a los 11.000 puntos.