Firmas

La vuelta de la inflación y el entierro del QE

  • Urgen reformas estructurales donde la regulación dificulta la competencia
Foto: Archivo.

Los datos publicados, tanto por Eurostat como por el INE, muestran un hecho irrefutable como es la vuelta de la inflación. Tras años de dudas e incertidumbres en los que analistas y expertos confundían cada vez que se conocía un dato de IPC "estabilidad de precios" con "deflación", la economía entra en un nuevo (y, a la vez, viejo) escenario de crecimiento nominal del PIB sesgado por la inflación fuertemente intensivo en factor trabajo y no tanto en productividad.

Aunque haya habido más de cinco años de estabilidad absoluta del nivel general de precios, la inflación estructural es uno de los males que siempre ha tenido la economía española, siendo un lastre evidente dentro del proceso de convergencia que ahora ha vuelto a retomar España en torno al 90% de la renta per cápita media europea. En este sentido, de asentarse la actual tendencia de fondo en los precios, España volvería a registrar diferenciales de inflación superiores a 1,5 puntos porcentuales con respecto a la media de la UE-15, justo la situación en la que España entró a formar parte de la Unión Monetaria Europea y siendo uno de los criterios de convergencia de Maastricht que más costó conseguir entre 1996 y 1998.

Con la amenaza evidente sobre la competitividad-precio de la economía española, uno de los riesgos es el de mostrar una Europa a "dos velocidades" también en la recuperación y consolidación del ciclo alcista de la economía. En este caso, los esfuerzos realizados por el Banco Central Europeo (BCE) para mantener unida la Zona Euro basados en imprimir dinero (el QE), crear un exceso de liquidez históricamente alto para evitar fricciones en el mercado interbancario y mantener los tipos de interés muy bajos (el exceso de liquidez ronda el billón de euros) y nutrir de dinamismo al sistema de contratación y liquidación en euros Target2 (España es el segundo mayor deudor del Target con 330.000 millones mientras que Alemania es el mayor acreedor con 754.000 millones a cierre de noviembre), se volverían contraproducentes.

¿Hasta qué punto esto es así? Evidentemente, en una coyuntura de precios al alza y recuperación de la economía, suministrar cantidades enormes de dinero (el último dato de crecimiento de la M3 es del 5% anual, casi 4 puntos porcentuales superior al crecimiento nominal de la economía de la Eurozona), genera un efecto inflacionista crucial que hace que aquellos países con tasas de inflación estructural más altas (como es el caso de España) lejos de converger, se alejen más del núcleo de Europa. Cuanto más recalentada esté la economía por el efecto de las políticas monetarias y fiscales expansivas, mayor posibilidad habrá de una "Europa a dos velocidades".

No deja de resultar curioso que la medicina que antes al menos intentaba sanar, ahora se convierta en parte de la enfermedad. En este sentido, es clave analizar el momento económico y cómo éste ha cambiado de forma radical. Por ello, en el nuevo escenario, una de las tensiones macroeconómicas a controlar desde el primer momento es un proceso acelerado de depreciación del dinero y más aún cuando el euro se encuentra en un momento de debilidad frente al dólar.

Precisamente esto genera otro riesgo importante: un posible cambio de rumbo radical de la política monetaria. Si bien es cierto que el repunte inflacionista tiene mucho que ver con las tensiones que se están produciendo en los mercados mayoristas de la electricidad y el gas, la inflación subyacente (aquella que no tiene en cuenta energía ni alimentos no elaborados) marca una tendencia continuada y creciente de los precios, especialmente de los servicios, la cual en España ya se sitúa por encima del 1% anual y en la Eurozona se encuentra en el 0,9% a enero.

Ante el cambio de ciclo y los efectos perniciosos que tendría continuar con la actual política monetaria expansiva, se necesita aún más que nunca seguir con las reformas estructurales, especialmente de aquellos sectores donde el marco regulatorio incentiva la falta de competencia. No basta con seguir siendo competitivos en el sector exterior (de puertas para afuera) sino que también hay que serlo "de puertas para adentro". Y esto no se hace, sin duda, troceando o dando más poder a los organismos reguladores que establecen tales barreras a la entrada en muchos sectores que es imposible que pueda existir competencia real.

El sesgo inflacionista, en suma, en España proveniente del sector servicios tiene arreglo con independencia de que el BCE comience a subir los tipos de interés y se empiece a normalizar la situación monetaria.

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