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¿Más estímulos o mejores políticas?

Grandes son los dilemas actuales de política económica: estímulos fiscales y monetarios vs austeridad y sostenibilidad de las finanzas y de la deuda pública, desapalancamiento vs financiarización, estabilidad vs reformas estructurales, política monetaria vs política fiscal, inflación vs deflación, tipos de interés real negativos vs veracidad de los precios, no al salario mínimo vs sí a la renta básica? A veces aparecen trilemas, por ejemplo, entre soberanía nacional, globalización y democracia; y entre libre movimiento de capitales, tipo de cambio fijo y política monetaria autónoma.

Quedémonos en los dilemas de la política económica europea. Básicamente, las circunstancias estructurales son: una honda crisis económico-financiera devenida en gran recesión; una productividad renqueante; y una eurozona que no es un área monetaria óptima, en tanto carece de movilidad de la fuerza de trabajo y de flexibilidad en los costes salariales y fiscales, y en tanto tampoco hay bastante desarrollo institucional, no unión bancaria y fiscal. De este modo, los choques asimétricos acentúan gravemente las divergencias entre economías.

Las circunstancias coyunturales de Europa, EEUU y globales son peculiares: las medidas no convencionales (intereses cero y negativos, política monetaria super expansiva, compras de deuda y títulos privados) no surten los efectos deseados y acentúan los daños colaterales. Esto genera un cansancio de política económica y de política en general, en forma de populismo nacionalista y proteccionista.

Contemporáneamente, el análisis de la estructura y de la política económica es muy completo y el debate amplio y transparente, como corresponde a una sociedad del conocimiento y la comunicación. En tiempo real conocemos la situación, los problemas y las medidas aplicadas. Pero si el diagnóstico es completo, y en algunos puntos llega a la unanimidad, en cambio hay disenso sobre el tratamiento a aplicar.

La diversidad de opciones de política económica radica en las diferencias analíticas de la ciencia económica (clásica y neoclásica vs keynesiana, marxista o crítica) y a la disparidad entre las orientaciones de los policy makers, especialmente de aquellos que acceden al gobierno vía elecciones. Por ello, a menudo el debate de política económica se convierte en una pendencia dónde aquilatados análisis se amalgaman con ocurrencias adanistas.

La competencia por el voto entre partidos políticos de derecha y de izquierda, viejos y nuevos, centrados y populistas, así como el imperio contemporáneo de la propaganda y los media, convierten el debate de política económica en una subasta por el más: más estímulos monetarios, más programas de compras de títulos, más monetización directa de la deuda pública, más estímulos fiscales, más demanda, más gasto, más crédito, más endeudamiento?

Sin embargo, a pesar de su exuberancia y larga duración, los escasos resultados del 'más' indican que se trata de un empecinamiento terapéutico, acaso basado en un diagnóstico errado. Efectivamente, la crisis actual no lo es de demanda sino de oferta, por lo que sus variables clave son la productividad, la competitividad, la inversión y el empleo. Probablemente, la política económica cronificó la recesión, la alargó. Compró tiempo pero éste no lo aprovechó para hacer reformas estructurales sino que lo malbarató en protección social. Probablemente, hubo un exceso de medidas financieras, un exceso de estímulos monetarios y fiscales y un déficit de medidas estructurales y de reformas pro competitivas.

En un contexto de Estado del bienestar desarrollado, en lugar de mayor protección exterior y social lo que se requiere es mayor apertura y liberalización. Probablemente, pues, la solución no esté en el más sino en el mejor.

En lugar de más estímulos, los estímulos deben ser mejores. Más que estímulos, mejores políticas. Mejores políticas significa medidas efectivas, eficaces y eficientes que propicien la reestructuración del sistema productivo de los países avanzados vía más inversión y que restablezcan la dinámica de los países emergentes vía más consumo.

Con todo, las perspectivas americana y europea no presagian mejores políticas, una política económica inteligente ni una regulación smart, sino la persistencia de los estímulos financieros y fiscales y un auge de la protección exterior y de la demagogia interior. Las nuevas condiciones de confrontación política en Europa y América no abonan una política de estabilidad basada en reglas ni una política de competitividad basada en reformas estructurales.

Por ahora, aparecen chivos expiatorios exteriores: China maquina, México nos invade, Bruselas impone o Madrid nos roba. Así las cosas, pronto se atribuirán los efectos de las políticas díscolas al trumpnomics. Ya puestos, sugerimos que el dilema sobre más o menos estímulos fiscales se dirima en ¡un referéndum! Es fácil augurar el éxito para el sí a ¡más dinero!

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