
La expectación que se crea cada vez que hay reunión de Bancos Centrales muy pocas veces se corresponde con la realidad. Esto es exactamente lo que ocurrió ayer con la reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) y la posterior rueda de prensa de su presidente Mario Draghi. Sin embargo, en esta ocasión, la cita contaba con un cierto plus de expectación después de que varios rumores surgieran acerca de un posible plan de retirada gradual de los estímulos monetarios después de la finalización del QE en marzo de 2017.
A lo largo de su discurso, Draghi no sólo ha negado la existencia de dicho plan, sino que además ha echado más leña al fuego de la expansión cuantitativa mostrándose de forma favorable a ampliar el programa de estímulos, tanto en cantidad como en duración temporal más allá de marzo del año que viene. De esta manera, y repitiéndolo en varias ocasiones, el presidente del BCE ha dado un mensaje que ha calado en los mercados, vistas las subidas con las que cerraron ayer las principales plazas bursátiles europeas y la evolución del euro frente a los pares más relevantes de divisas.
Esta decisión del Consejo de Gobierno supone un paso más hacia una dirección peligrosa como es la consolidación a lo largo del tiempo de un escenario de tipos nulos o incluso negativos. Aunque Draghi parece sentirse cómodo con una idea aberrante en términos económicos como es que el dinero valga más mañana que hoy, la realidad en el seno del BCE es muy distinta y las primeras señales de alarma ya se están produciendo y no sólo de los tan denostados banqueros alemanes.
Al fin y al cabo, a estas alturas es evidente el fracaso de una política de forzar hasta el extremo el consumo, creyendo que este es un motor importante en el crecimiento de la economía. Lejos de disparar el gasto privado a través del endeudamiento masivo, lo que ha conseguido es que la aversión al riesgo de los individuos crezca a ritmos exponenciales y que sus expectativas de cara al futuro sean peores. Lo que consiguen con sus medidas no es más consumo sino más "embalsamientos" de la liquidez y generación creciente de ahorro ficticio cuyo valor se destruirá más tarde o más temprano.
Si por algo se conocerá al BCE en las próximas décadas es por haber creado el mayor exceso de liquidez de la Historia del Eurosistema: a las puertas del billón de euros. Es decir, cada día, los bancos depositan unos excesos de reservas prácticamente equivalentes a lo que España es capaz de producir en un año (su PIB). Y esto ¿por qué lo hacen?, se siguen preguntando los banqueros centrales. Porque es obvio que cuanto más dinero se ponga encima de la mesa, mayor es la aversión al riesgo y más inclinación a pensar que si el BCE actúa de esa manera, es porque la economía está en una situación crítica. En Economía y en otras disciplinas, esto se conoce como "efectos no deseados" de una política pública.
Aparte del erróneo planteamiento, se pone encima de la mesa otro hecho no precisamente menor y es hasta qué punto el BCE puede quedarse solo en unos pocos meses en la aplicación de estímulos monetarios. Es una jugada ciertamente arriesgada la de desmarcarse de la Reserva Federal en su camino de ir subiendo gradualmente los tipos de interés y que, por fin, ha conseguido ganar en parte la credibilidad por parte de los mercados. En la banca central desde los tiempos de Bretton Woods, se sigue un modelo de líder-seguidor (lo que en la teoría de la competencia se denomina modelo de Stackelberg) donde los Bancos Centrales del mundo siguen de alguna u otra forma el compás que marca la Fed.
En este sentido, desmarcarse de este camino entraña una serie de riesgos difíciles de cuantificar. Aunque el BCE fue uno de los últimos en sumarse al carro de los estímulos monetarios masivos, ser el último puede perjudicar más que beneficiar a la economía europea. Se puede dar la situación de que mientras en el resto del mundo (incluyendo a Japón e incluso a China) los retornos de los activos financieros se normalizan conforme el tipo de interés del activo de riesgo se recupera y se sitúa a distancias cada vez mayores del 0 %, en Europa pase lo contrario. Ni es deseable ni es razonable. No hay más que ver qué está sucediendo en el mercado de renta variable europea y observar hasta qué punto los activos libres de riesgo resulta que no están tan libres como parecería y cómo el mercado está descontando unas primas de riesgo mucho más altas de las que correspondería dada la actual situación de los tipos "oficiales".
En suma, a Draghi le cuesta (y mucho) reconocer los errores y, sobre todo desde 2015, aguantar las presiones de los más cortoplacistas. Si uno ve que la persona que tiene a su lado le va muy bien viviendo a crédito y malgastando dinero gratis, es muy difícil soportar las presiones de aquellos que te empujan a hacer lo mismo. Draghi las soportó durante un tiempo, pero decidió ser pusilánime antes que valiente.