
¿Tiene consecuencias pagar la mayoría de los productos un 15% más caro? ¿Una devaluación del 15% hará a un país más competitivo? Estas derivadas han vuelto a ponerse de actualidad con el 'flash crack', el súbito derrumbamiento de la libra en los mercados de divisas asiáticos hace unos días. Evidentemente, los mercados financieros descuentan un Reino Unido más pobre después del Brexit, y eso hace que la libra caiga. Además, también están descontando incertidumbre con todo el proceso, y por tanto tenemos volatilidad: la cotización de la libra en el mercado de divisas se ha convertido en una montaña rusa.
Ahora bien, el Brexit no sólo está teniendo efectos financieros, sino especialmente sociales y democráticos. La aversión al extranjero está llegando a cotas inéditas en el Reino Unido. Lo peor es que, en buena medida, esta aversión se está azuzando desde el Gobierno conservador de Theresa May. Evidentemente, no conviene engañarse, la razón fundamental del apoyo al Brexit, a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, está en el control de la inmigración, es decir de la libre circulación de personas.
Por esa razón, una negociación del Reino Unido que dejase intacta esa libertad comunitaria, se percibiría como un fracaso por un sector importante del electorado británico, o eso al menos piensa el gobierno de la nueva Primera Ministra, Theresa May.
El principal problema de esa postura es que lleva a una salida británica de todo el mercado común. Por una parte, los demás países, especialmente los que están recibiendo más inmigración, como Alemania, no están dispuestos a que los productos británicos lleguen sin aranceles al mercado europeo, mientras los británicos no contribuyen el presupuesto europeo, ni admiten inmigrantes. Además, como los británicos no quieren admitir la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, según ellos por cuestiones de inmigración, el riesgo de las subvenciones o ayudas de Estado está ahí.
Esto significaría que las empresas británicas no sólo serían más competitivas porque la libra se está cayendo frente al euro, sino que podrían recibir subvenciones que están vetadas a las empresas europeas. Ante esto, todos los gobiernos europeos se están plantando.
Con ese planteamiento, las inversiones en el Reino Unido se están parando, lo que afirman las propias asociaciones empresariales británicas, ante el riesgo de una salida completa del mercado europeo. Además, Gran Bretaña tendría que renegociar todos los tratados comerciales, no sólo con sus ex - socios europeos, sino con todo el resto del Mundo.
Desde hace más de una generación, sólo ha negociado acuerdos comerciales la Unión Europea y no los países miembros. Esto significa que los únicos británicos que tienen alguna experiencia en la negociación de un tratado comercial son ahora funcionarios de la Unión Europea. Si los británicos no están dispuestos a aceptar extranjeros, ni siquiera profesores de sus propias universidades, para que les asesoren, no van a ser capaces de negociar tratados comerciales con el resto del mundo. Además, por si fuera poco, van a estar en una posición de debilidad frente a todos los demás países, con los que tienen que negociar y acordar en dos años, si no quieren que sus exportaciones se derrumben.
La libra sufre
Con esta perspectiva, la cotización de la libra se resiente, y esto lleva a que la caída no haga más que acentuarse, en lo que es un círculo vicioso que no conduce a nada positivo. A todo esto, el sector financiero va a acabar siendo el más perjudicado, con el pequeño detalle de que es el más grande de Europa, y un sector clave no sólo para Londres, sino para todo el Reino Unido. Múltiples instituciones financieras, incluso mercado enteros, trabajan para toda Europa. Para todos ellos, la pérdida del pasaporte comunitaria, es decir la posibilidad de prestar servicios en toda Europa, sería simplemente el final.
Por esas razones, muchas empresas están pensando en trasladarse a cualquier otro país de la Unión Europea. Esto podía no materializarse, pero nadie puede esperar que el resto de Europa admita que las instituciones financieras británicas se beneficien de las libertades de establecimiento, y especialmente de la libre prestación de servicios, si los británicos no admiten la libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
La xenofobia no sólo es un desastre social y político, es también muy negativa económicamente, y no sólo por la reacción de los demás países de Europa. Muchas empresas, incluso sectores vitales enteros, como la sanidad, tienen un porcentaje muy elevado de extranjeros trabajando. Sustituirlos a todos, o incluso a una mayoría, no sólo será difícil, sino también caro. Si a esto le añadimos una elevación del 15% del precio de los productos importados, incluyendo algunos que son materias primas de casi todo, como el petróleo, tenemos los ingredientes de un cóctel muy indigesto: subida de precios, es decir inflación, y estancamiento económico. Estos son los elementos de la estanflación, que hace mucho tiempo que no conocíamos en los países desarrollados.
El Brexit se está demostrando como un tiro en el pie que se pegaron los británicos. Quizás sea demasiado tarde para dar marcha atrás, pero nunca es tarde para dejar de cometer más errores. Y atender a los instintos más primarios de echar la culpa a los extranjeros de todos los problemas es un error de los peores. Y se paga muy caro, también en términos económicos. Aunque lo peor del precio venga en términos sociales y democráticos.