Firmas

Expectativas ante la inestabilidad

Es obvio que en un país como España, con una economía cada vez más exportadora y una elevada deuda externa, nuestro crecimiento no depende solo de las políticas nacionales, sino del entorno internacional y de la confianza que nos otorguen los mercados financieros.

En este sentido, las turbulencias provocadas por las reducciones de los precios del crudo y tipos de interés "ultrabajos" han ocasionado daños en los mercados financieros, aumentando el pesimismo hasta niveles extremos. Aparentemente, estas reducciones deberían ser un factor positivo para la renta disponible y la inversión de países como el nuestro, pero se han convertido en factor agravante de presiones deflacionistas y del debilitamiento de algunos emergentes exportadores de materias primas. Institutos privados e inversores internacionales han aumentado las probabilidades de nueva recesión como la iniciada en 2008. Como resultado, aumenta el debate sobre qué medidas no convencionales tendremos para afrontar otra recesión global. Si es el caso, porque otra posibilidad es que no hayamos salido aún de la crisis de 2008.

Los datos de coyuntura no son tan pesimistas, por lo que estas hipótesis se tambalean. EEUU, centro de todas las dudas, se encuentra alejado de una recesión (ver crecimientos del PIB, empleo y consumo) y los pactos en curso de estabilización de la producción de petróleo apuntan a una normalización de precios, acordes con la demanda y la competencia de otras energías. En la zona euro (que crecerá en 2017 un 1,7 por ciento según la OCDE, más que en 2016) hay desconfianza en la banca, pero, objetivamente, es más solvente ahora, con una regulación exigente, que en 2008, independientemente de que tengan que reinventar su negocio para aumentar la rentabilidad y afrontar la competencia de otros agentes.

El hasta ahora altísimo crecimiento de China se desacelera (del 10 al 6 por ciento nominal), algo normal en un país que aspira a ser desarrollado. Seguiremos viendo contracciones en la industria, compensados parcialmente con crecimientos en los servicios (ver PMIs). Por supuesto, los datos hay que tomarlos con cautela, tanto las estadísticas chinas como las previsiones de la OCDE. Pero también las de otras fuentes.

Con este panorama, no parece vislumbrarse una severa ralentización. Es cierto que las inyecciones monetarias no han sido suficientes en Europa para lograr una extraordinaria expansión de la economía, pero Estados Unidos lleva con ellas seis años creciendo y el paro ha bajado del 10 por ciento a cerca del pleno empleo, con tasas de actividad en máximos desde mayo. Europa empezó más tarde; por ello es previsible su prolongación. ¿Qué hubiera pasado sin estas ayudas? Nadie sabe, en aquel contexto de casi segura quiebra de algunos países.

Las previsiones actuales (OCDE, 18/2) señalan un crecimiento mundial mayor en 2017 que en 2016, también para la eurozona y EEUU, y una esperada desaceleración de China. La reciente histeria colectiva no parece justificada por datos reales. Lo que no es óbice para que puedan surgir nuevas tensiones (desequilibrios agudos en emergentes, Brexit y altos niveles de deuda) que aumenten riesgos.

En lo que se refiere a España, el PIB creció en 2015 con intensidad (3,2 por ciento) y las exportaciones crecieron en volumen a mayor ritmo que el comercio mundial, pero el mayor crecimiento de las importaciones (con caídas del 26 por ciento en los precios energéticos) ha supuesto una aportación negativa al crecimiento del PIB de 7 décimas. Varios indicadores de 2016 (ventas, producción industrial) reflejan cierta desaceleración (desestacionalizados), es decir, crecen aunque a tasas más moderadas. Los datos de paro y afiliaciones de febrero muestran claramente este efecto.

Más allá de indicadores puntuales, toda incertidumbre política genera retrasos en los proyectos de inversión, con impacto negativo en el crecimiento del PIB y del empleo. Si se prolonga demasiado, el daño es mayor, incluso pueden producirse fugas de capitales, lo que aún no ha ocurrido, al menos como causa directa (Banco de España). Pero es igual de preocupante que no se vislumbre una orientación hacia sectores económicos de mayor valor añadido, ni una estrategia a medio plazo para afrontar una crisis fundamentalmente interna, manifestada en un paro estructural elevado, persistente e impropio de un país desarrollado.

Algunos políticos insisten en volver a la situación pre-crisis (re-cuperación), con un desempleo que ya era comparativamente elevado en un modelo productivo muy deficiente. Sin cambios estructurales que permitan aumentar la escasa productividad y crecer sin tanta dependencia de los factores coyunturales de 2015 (petróleo barato, depreciación del euro y expansión monetaria). En esto, las expectativas no son demasiado halagüeñas.

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