Esta semana Arabia Saudí y Rusia han acordado congelar sus niveles de producción de crudo en un intento de estabilizar el precio, que anda entorno a 30 dólares por barril. Saudíes y rusos representan aproximadamente el 25 por ciento de la producción mundial y junto con EEUU son dos de los tres principales productores mundiales. En el último encuentro del sector energético que celebramos en el IESE escuchamos a muchos de los ponentes asegurar que esperaban una subida de precios, pero se preparaban para el escenario de precio bajos por un tiempo indeterminado.
Mi análisis muy personal de la situación es que temo que este acuerdo no cambiará el panorama actual, ya que deja fuera a otros países que siguen necesitando mantener sus ingresos ?como sea?. (Me refiero a países como Nigeria, Iran y Iraq, por ejemplo).
Por otra parte, en EEUU se ha frenado el desarrollo de nuevos proyectos, los proyectos actualmente en marcha han experimentado mejoras en productividad y costes, y se va a seguir produciendo. Un estimación del EIA sitúa la producción en los EEUU en unos 9,4 millones de barriles al día y proyectan una ligera bajada hasta unos 8,7 y 8,5 millones en 2016 y 2017.
El hecho que los rusos y los saudíes estén hablando es importante, pero el propio ministro saudí también declaró que iba a defender su cuota del mercado si hacía falta. Como pasa en las películas, las historias necesitan acontecimientos importantes para evolucionar. Y, me parece que el acuerdo entre Moscú y Teherán, aunque importante, no es más que un factor que introduce suspense en el argumento pero que no lo cambia, todavía.
A mi entender, el origen de nuestra historia empezó cuando los saudíes se decidieron a frenar las inversiones en el tight oil en los EEUU y Canadá, haciendo caer el precio (que estaba por encima de los 100 dólares hace un año), hasta los 50-60 dólares. En esta horquilla la viabilidad económica del tight oil era más cuestionable. Los protagonistas no contaban con que las inversiones estaban hechas y los operadores norteamericanos podían seguir produciendo a tope y que, además, su decisión afectaba a otros países a los que obligaban a aumentar su producción por compensar la caída de sus ingresos.
El primer hecho realmente significativo ha sido la suspensión de sanciones a Irán, lo que permite introducir, por lo menos, otro medio millón de barrilles al día, en el mercado mundial. Pero me temo que para cambiar la situación actual necesitaríamos un acontecimiento mucho más dramático como, por ejemplo, un acuerdo entre Rusia y todos los miembros del OPEP, o una crisis geopolítica en el Golfo de tal magnitud que la quinta flota norteamericana no pudiera garantizar la seguridad de los petroleros. Lo que no veo con claridad es: ¿por qué los guionistas de este película insisten una y otra vez en que la bajada del precio de petróleo es negativa?
A mi entender el impacto económico debería ser positivo ya que un petróleo barato, reduce los costes en toda la cadena de suministros, ¡ e incentiva el consumo! En los EEUU, el precio de un galón de gasolina, por ejemplo, está por debajo de los 2 dólares(? 0,50 / litro). Asimismo las ventas de coches grandes aumentan en Detroit y estoy seguro de que las cuentas de resultados de muchas empresas están mejorando como resultado del petróleo barato. Lo que es cierto es que las compañías petroleras están en dificultades y el precio de sus acciones ha caído como resultado de la caída del precio. Como consecuencia de ello, teniendo en cuenta que estas compañías están en los índices bursátiles, los índices están cayendo.
Mis dos grandes preocupaciones son: el impacto en la estabilidad del oriente medio (ya que los países del Golfo necesitan sus ingresos para mantener su nivel de bienestar social) y el impacto en el desarrollo de energías alternativas.
La implantación del acuerdo climatológico en París requiere la inversión de cientos de millones de euros para el desarrollo de energía limpia en el tercer mundo y con una sobreproducción de petróleo por debajo de los 30 dólares, será muy complicado encontrar estos dineros.