
Nuevamente los bancos, como en 2008, vuelven a despertar las dudas de los inversores. Desplome de sus cotizaciones; banco malo en Italia; dudas sobre unas entidades de primer orden o de riesgo sistémico como es Deutsche Bank; aviso sobre impacto en resultados, profit warning, del banco francés Société Générale. Ante esta avalancha de noticias negativas vuelven las preguntas y dudas a la opinión pública.
Vayamos primero con los temores de los ahorradores; aquí la cuestión es si puede haber quiebras bancarias que conlleven quitas. En este sentido los ahorradores tendrían que estar mucho más tranquilos: actualmente la banca, y especialmente la europea, es mucho más solvente y sólida que en 2008. El BCE ha llevado a cabo un análisis exhaustivo de las principales entidades que extendió, mediante los diferentes bancos centrales de cada país, a la banca más pequeña doméstica. Es posible que algún banco pueda tener necesidades de capital pero no parecen difíciles de cubrir, incluso si, con bajísima o nula probabilidad, alguna entidad pequeña europea tiene un problema puntual. La banca ha llevado a cabo una fuerte revisión de sus riesgos, se ha fortalecido en capital y la nueva normativa es muy exigente en este punto. Hoy la banca es más segura, lo que no significa más rentable.
La rentabilidad es precisamente la duda principal de accionista o bonistas, es decir de los inversores; pero, a menos que la situación se enquiste, no lo es para los ahorradores. El precio de cotización de acciones y títulos de renta fija se enfrentan a fuertes caídas. Hoy ya nadie descarta que estamos inmersos en un entorno de tipos de interés bajos, incluso negativos, una situación que va para largo en el tiempo. Un contexto como ése complica la confección de la cuenta de resultados de las entidades de crédito, donde la potencialidad de los ingresos cae al unísono del desplome del nivel de los tipos de interés. La banca va a tener que buscar en las comisiones o en nuevos modelos de negocio el incremente de beneficios.
Por cierto, hablando de nuevos modelos de negocio en Europa, salvo algún país que ya lo aplica, está por implementarse la nueva normativa MiFID II. Ésta supone que las entidades van a tener que transformar su modelo de negocio de comercialización y asesoramiento financiero, unos cambios que, hasta que se asienten, ofrecen aún más dudas sobre los ingresos. Además, está comprometido el negocio futuro, la concesión de créditos, puesto que las economías renquean y su crecimiento no es suficiente como para impulsar nuevas demandas de crédito. En el caso de países como España, salvo honrosas excepciones, las entidades están sobredimensionadas y por tanto tendrán que acometer reducción de su tamaño; algunas se verán abocadas a fusiones para ganar en sinergias de tamaño. No podemos olvidar el recorte de negocio que supone la banca alternativa, shadow banking, así como el impacto que tendrá la innovación tecnológica financiera, fintech. Como vemos es difícil hoy por hoy contemplar un panorama boyante al hablar de rentabilidad para el accionista de los bancos.
Precisamente en esa presente y precaria relación precio/rentabilidad, el famoso PER, puede residir la caída de cotizaciones. También, en algunos casos puntuales, la previsible necesidad de ampliaciones de capital, como en algún banco español. Para ciertos países que no quisieron sanear a sus bancos y esperaron a ver si mejoraba la situación y con ella sus entidades, hoy deben afrontar el saneamiento; si no que se lo digan a Italia. Pero también hay que tener en cuenta que todo esto lo conocen los gestores de hedge funds y seguro que han abierto posiciones cortas en acciones, vendidas, lo cual está contribuyendo a que el movimiento de caída de los precios sea más brusca. En renta fija no debemos olvidar que hay importantes inversores, como son los fondos soberanos (otrora los grandes inversores), que ante la caída de sus ingresos por el derrumbe del precio del petróleo y materias primas están vendiendo títulos. Ya conocemos que, cuando alguien vende y no hay dinero esperando en la otra parte, el precio cae.
Un buen ejemplo es Deutsche Bank, el banco alemán inmerso en unos cuantos problemas judiciales con sus correspondientes multas y en pleno proceso de reorganización de su balance por la revisión del fondo de comercio. Esta entidad es blanco de la venta de acciones aun cuando sus ingresos crecen un 5 por ciento. Desde luego, puede ser preocupante para los inversores, lo que dependerá del precio que alcance su cotización, pero no para sus depositantes. Incluso detrás de la caída del precio de alguno de sus títulos de renta fija muy complejos, Cocos, probablemente se encuentren las ventas de los fondos soberanos, ahora necesitados de liquidez.
La última cuestión es cómo afecta todo esto a la economía europea, a los pilares macro. Desgraciadamente las dudas siempre son malas; hoy por hoy la situación no es la del 2008, sin embargo si se prolongan las dudas sobre la banca y comienza la desconfianza, la situación puede volverse peligrosa. Si la banca se ve obligada a parar su actividad básica como es prestar o a ralentizarla, entonces neutralizará los esfuerzos del BCE por reactivar la economía (la política fiscal ni está ni se la espera), volverán los problemas de financiación a empresas y familias y la economía se parará. Ahí reside el peligro para todos, depositantes y ahorradores.