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Abengoa y el capitalismo de amiguetes

Desde que con cínica indecencia un ministro ¿socialista? de Felipe González afirmara que España era el país donde cualquiera se podía hacer rico rápidamente, las cosas han ido de mal en peor. No se trata solo de Filesas o Gürteles. O los sindical-socialistas Eres de Andalucía. Ni del 3 ó 33 ó 333% del pujolato en Cataluña. Ni de la "corrupción nuestra de cada día? no dánosla hoy".

Se trata ahora del capitalismo de amiguetes que nada tiene que ver con la economía capitalista en la que vivimos. Érase que se era que un adánico personaje, un tal Rodríguez Zapatero, descubrió que el presente energético de nuestro país padecía la hipoteca de fundamentarse en las importaciones (petróleo y gas) lastrando nuestra balanza de pagos. Y que la alternativa estaba en el desarrollo de las energías renovables.

Y a ello se puso, impulsando una espléndida política de subvenciones a eólicas y fotovoltaicas que pusieron a España a la cabeza del mundo. ¿Bueno? ¡Pésimo! Porque siendo correcto el diagnóstico, la cirugía era de imposible pago. Imposible-posible ya que hoy aparece en nuestra factura de electricidad gravando el bolsillo de pobres y ricos. Porque las ocurrencias (incluso bienintencionadas) terminan como las juergas: con resaca.

Y también érase que se era que una de las muy beneficiadas por esa política era una tal Abengoa, en cuyo consejo de administración, casualidades o causalidades de la vida, sientan sus traseros prohombres socialistas, populares e incluso de Casa Real. ¿Genios de la estrategia energética? Pues no; políticos de la política, que de eso se trata.

Hoy Abengoa clama y reclama que la Administración solvente su pésima gestión. Que con el dinero de todos salvemos una compañía que es de sus accionistas. Cuentan con magníficos embajadores ante el PSOE y el PP. Juan Carlos I ya no está para estos trotes. Socializar pérdidas. Privatizar sueldos de consejeros, dividendos y bonus. Capitalismo de amiguetes.

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