
El año 2015 es año de elecciones. Varias son las citas que tenemos con las urnas, unas consulta que se juegan en un contexto de tremendo descontento e insatisfacción popular. Los ciudadanos, desde prácticamente todos los diferentes idearios exigen acabar con las líneas que han estado vigentes en los últimos años. Quieren una regeneración de los regidores públicos, desean que haya una renovación basada en ética y moralidad. Esperemos que estas dos palabras además de ser usadas por los líderes políticas, sean puestas en práctica por los cargos electos y no las devalúen como ahora mismo ya lo está la palabra transparencia. Idea ésta última ya tan manida en los discursos políticos que ha acabado por vaciarse prácticamente de contenido y de lo que significa.
Estamos ante un momento que me atrevería a decir es histórico, esta llamada a las urnas, es diferente a otras. El bipartidismo, con apoyos puntuales de nacionalistas, especialmente de los catalanes, aparece dañado, tocado de muerte. No nos debe extrañar dado la ocurrido en Cataluña, unido a los casos de corrupción de Convergencia y el escándalo de la familia Pujol. Los votantes han dado crédito y plazo a los dos grandes partidos para refundarse y rehabilitarse, sin embargo si lo han hecho, la sociedad no parece percibirlo, por ello hoy junto a las siglas PP y PSOE surgen con mucha fuerza dos formaciones emergentes, sin ataduras ni hipotecas pasadas: Podemos y Ciudadanos. Cabe añadir que los votos pueden hacer desaparecer a siglas históricas como IU y que ya intentaron romper el bipartidismo como UPyD. Hoy ambos partidos parecen diluirse en unos tiempos en que los ciudadanos quieren cambios significativos. A los dos principales partidos puede extrañarles el enorme descontento popular y ganas de cambio. Han sido muy importante en el cambio de los últimos cuarenta años, pero ahora el enfado con ellos es mayúsculo. No les debería extrañar la actitud de los votantes; para comprenderlo, PP y PSOE deberían leer el informe que esta misma semana que la OCDE publicaba, como una risotada de la diosa fortuna a la cara de ambos partidos. El informe ponía el acento en que esta crisis ha desembocado en una enorme desigualdad. Desigualdad que ha erosionado a la clase media española, el logro de más de cuatro décadas.
Permítanme repasar el documento referido. La OCDE se fija en el periodo que abarca desde el 2007 al 2011; no hace falta recordar que era la época del PSOE de Zapatero. Allí apunta y publica la siguiente perla: "el 10 por ciento de los hogares más desfavorecidos perdieron un 13 por ciento anual de sus ingresos entre 2007 y 2011, mientras el 10 por ciento de los que más tenían solo perdieron un 1,5 por ciento anual de sus ganancias". Esta es la obra, la herencia del Sr. Rodríguez Zapatero, por lo que pasará a la historia. Pero en el mismo informe, el PP, la era Rajoy, sale también malparada. Volvamos al estudio donde se detalla que durante el periodo de gobierno de Rajoy, años 2011 a 2013, la consolidación fiscal, el aumento de impuestos -IRPF, IVA, además de otros-, así como los recortes sociales han contribuido a aumentar la desigualdad. En la OCDE, la población por debajo del umbral de pobreza está en el 9,4 por ciento, España dobla la cifra alcanzando el 18 por ciento, el doble que antes de la crisis.
Creo que sobran los comentarios y las palabras. Ahora es el momento de que los ciudadanos expresaran su opinión a través de los votos. Como saben primero hemos comenzado con Andalucía, donde por cierto Susana Díaz debería explicar a los electores, en aras de la transparencia -manida transparencia-, la razón que la llevó a anticipar las mismas en busca de una mayor estabilidad para su Gobierno, especialmente cuando todavía no ha podido formar Gobierno. Ahora nos vienen las elecciones en ayuntamientos, así como en algunas comunidades autónomas. Pero culminaremos probablemente a final de año, pues estamos a la espera de que se anuncie la fecha de las elecciones generales. Es hora por tanto de leer programas, ver las propuestas de unos y otros y valorarlos. Al igual que muchos de ustedes me pregunto si esta tarea realmente vale para algo. Nos hemos acostumbrado a una situación kafkiana: los partidos recogen una serie de medidas que luego nada más ser investidos abandonan y realizan una política diametralmente opuesta a la que han esgrimido en la campaña electoral. ¿Dónde queda el programa del PP para las últimas generales donde se recogía bajadas de impuestos? ¿Realmente se puede confiar en los programas, después de que se conviertan tras el día de los comicios en papel mojado? Ojeemos el de Podemos. Uno lo mira y no reconoce al partido de los círculos. ¿Éste es el programa de Podemos? Pero no se nos criticaba con saña a los que manifestábamos que era inviable: nacionalizaciones, jubilaciones anticipadas, auditoria e impago de deuda, renta básica universal y otras medidas. ¿Qué ha pasado? Señores de Podemos se gobierna desde el centro, no desde los extremos.
Paso al de Ciudadanos, pero el problema es que falta por definir cosas. ¿Dónde está la financiación autonómica? Estos comicios son autonómicos, insisto dónde. Tiene esta plataforma electora base para acometer el cambio que se demanda. Ampliación de bases y lucha contra el fraude, suena muy bien salvo que como siempre más parece un brindis al sol. Hombre al menos han logrado calar en la opinión pública con ideas como el debate de las infraestructuras.
Pero sigo preguntándome: ¿gobernarán los partidos en base a sus programas o, nuevamente, los convertirán en papel mojado?