
La publicación del dato adelantado de inflación de marzo en España ha hecho saltar todas las señales de alarma en Europa, ya que la cercanía a los dos dígitos supone una enorme fuente de preocupación en términos de estabilidad macroeconómica.
Ante la falta de una política monetaria autónoma que pudiera contener el crecimiento de los precios, España está obligada a poner en marcha medidas que siendo de alivio para los más afectados por la escalada inflacionista, al mismo tiempo contribuyan a una desinflación acelerada, donde las últimas cotizaciones de las principales materias primas invitan a cierto optimismo de que se vaya calmando la situación.
Supone siempre un problema de primera magnitud olvidarse de la Historia, y más cuando ha estado llena de procesos inflacionistas donde los errores se han solido repetir. En esta ocasión, tras más de una década sin crecimientos significativos de los precios, se van a repetir viejos errores como el "pacto de rentas", las políticas de gasto público vía subvención de los costes energéticos, entre otras.
Todas ellas parten de un deficiente conocimiento de la inflación, cómo debe gestionarse y cuáles son los caminos más adecuados para mitigar el impacto tanto a corto plazo como a largo plazo en familias y empresas.
Uno de los principales problemas que está apalancando el IPC en España es el enorme impacto que tiene el mecanismo de fijación de los precios minoristas tanto de electricidad como de gas doméstico y carburantes.
En España el 40% de los consumidores domésticos de electricidad y el 80% de los consumidores industriales tienen una tarifa que depende de los precios diarios
En España el 40% de los consumidores domésticos de electricidad y el 80% de los consumidores industriales tienen una tarifa que depende de los precios diarios, algo insólito a nivel europeo. En el caso del gas, el porcentaje es mucho más amplio, pero sí se tomaron medidas para limitar el impacto hasta un 15% de la subida del gas, con lo que la tarifa gasista regulada se ha frenado considerablemente.
Por otro lado, con respecto a los carburantes, quitando la capacidad de almacenamiento que tienen agentes de forma individual, el resto se compra también con precios diarios.
En este sentido, dada la importancia que tiene la fijación de precios que fluctúan cada hora, el Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula la variación de los precios energéticos a partir de su fijación diaria/horaria sin contemplar los precios de los contratos a plazo. Es evidente que a medio plazo el método de cálculo del INE deberá cambiar para acercarse más a la realidad (el 60% de los consumidores domésticos están en mercado libre), pero lo cierto actualmente es que el impacto real en los hogares con ingresos más bajos y la repercusión de los precios horarios de la energía en la estructura de costes de la industria y de ahí su traslado a los precios de los productos finales, contribuyen de manera decisiva a tener una tasa de inflación no vista desde los años ochenta.
Grave equivocación
Teniendo en cuenta la grave equivocación del Gobierno de intervenir el mercado mayorista de la electricidad –cuando el problema está en la formación del precio del mercado minorista– la perspectiva del IPC de los próximos meses sólo dependerá de si se produce una relajación efectiva de los precios internacionales que lleve a un precio mayorista medio diario menor y, con ello, trasladarse a los hogares y empresas.
Si esto no se produce, y además se añaden otros factores de segunda ronda en bienes industriales, transporte u otros servicios, las tasas de inflación por encima del 5-6% pueden cronificarse con el daño que supone a una economía como la española.