
Hoy nos vamos a detener en un wéstern reciente: Django desencadenado, que el director Quentin Tarantino estrenó en 2012 como homenaje al 'spaghetti' wéstern italiano que tanto admira, y más concretamente a una película que quería revisar: Django, de los años 60, con Franco Nero como protagonista. Como curiosidad, Nero hace un cameo en la versión de Tarantino. No obstante, el director también toma referencias de otra película que le fascinó: Mandingo. Con estos elementos, construye un filme que intenta retratar de forma brutal lo que sucedía con la esclavitud en el sureste norteamericano. Para ello, se nutre de protagonistas fascinantes y personajes despreciables que, por supuesto, recibirán su merecido.
Todo comienza en Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil americana. Un cazarecompensas alemán, interpretado por Christoph Waltz, sigue la pista de unos asesinos para cobrar por sus cabezas. Le promete al esclavo negro que le acompaña —que responde al nombre de Django, encarnado por Jamie Foxx— dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos.

Django acepta, con la intención de encontrar a su esposa, esclava en una plantación gobernada con mano férrea e inhumana por el terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). Allí, quien realmente impone el terror es un esclavo de confianza del propio Candie, interpretado por Samuel L. Jackson, auténtico villano de la historia por el trato despiadado que da a sus iguales.
La película obtuvo dos premios Oscar: uno a Mejor Actor de Reparto para Christoph Waltz y otro para el propio Tarantino, en la categoría de Mejor Guion. Django desencadenado es exactamente lo que se espera de su director: una película desmedida, desagradable por momentos, exagerada al más puro estilo Tarantino y, por supuesto, grosera. Eso sí, con una imaginación torrencial y desenfrenada, a la que no le falta un cierto grado de locura.

Es difícil buscarle un parecido con ninguna otra película de su género. Cuando la terminas de ver, te produce un sentimiento raro, una sensación de que has vivido unos momentos malsanos. Sin embargo, gracias a que Tarantino dota a este denso material de tantos giros y capas sorprendentes, termina resultando estimulante. ¿Es excesiva, entonces? Claro que lo es, porque si no lo fuera, no sería una película de Tarantino. Además, tiene algo impagable, que nos resulta deslumbrante en gran parte de su metraje. Sólo él puede mostrarnos una obra sin ningún tipo de vergüenza y que nos brinde la sensación de ver algo emocionalmente vivo. Basta con contemplar todas las secuencias finales para darnos cuenta del pulso que nos propone: es vigoroso y ágil.
Como en todas las películas del director, hay una magia extraña y brillante. Cuenta con un guion extraordinario y la acción es constante, gracias a que nunca corta la trama central, haciendo un uso magistral de los personajes interpretados por actores espléndidos, perfectos en sus roles, que demuestran una vez más que Tarantino es un gran director de actores. Django desencadenado es un festín visual de primera magnitud. La podéis ver en Netflix, Apple TV+, Prime Video y Rakuten TV.
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