Evasión

Andrés Arconada recomienda 'Una quinta portuguesa': la necesidad de huir de tu propia vida para volver a buscar la felicidad

Una de las cosas que más me gusta de Una quinta portuguesa es la vuelta al cine español de una actriz grandiosa como María de Medeiros. Polifacética y ajustada en cada interpretación, aquí vuelve a demostrar que no ha perdido ni un ápice de su sabiduría. En esta ocasión da vida a Amalia, la dueña de una quinta en Portugal donde irá a parar otro grande del cine patrio, un Manolo Solo inmenso como siempre.

La película tuvo su estreno en Festival de Málaga donde recibió muy buenas críticas que la definían como un drama psicológico. Yo creo que va más allá, es una historia que habla de muchas cosas: de segundas oportunidades, de intentar cambiar de vida, de cómo la amistad y el perdón te pueden ayudar a avanzar dentro del dolor de una situación anómala donde la calidez y los detalles están muy presentes. Y todo eso ya es original.

Todo comienza con la huida de Milena, mujer de un profesor de geografía que no se explica por qué su mujer ha desaparecido. Cuando acude a la Policía descubre que ha vuelto de forma voluntaria a su país, Rumanía, y no se puede buscar a quien no quiere ser buscada. Nuestro hombre, desolado y lleno de preguntas, decide huir también de su rutina y de su propia vida. Así terminará en Portugal, donde conocerá a un jardinero que le cuenta que va a iniciar un trabajo en una quinta. Tras el fallecimiento repentino del jardinero, el profesor decidirá tomar su identidad, presentándose en dicha finca. La dueña, Amalia, sospecha desde el principio que no es quien dice ser.

La directora Avelina Prat, que trabajó durante años como script, estrenó su primera película, Vasil, en 2022, en la Seminci de Valladolid. No sólo salió con premio, sino que nos descubrió a una directora-guionista con un talento innato y un pulso cinematográfico firme que confirma en Una quinta portuguesa, su segundo largometraje. Avelina nos plantea una historia que podría ser real en los tiempos que corren, donde el ruido, el estrés, la falta de solidaridad o la velocidad con la que todo ocurre nos hace plantearnos la necesidad de huir hasta de nuestra propia identidad. Por qué no, terminas preguntándote. Al igual que el protagonista, para poder reencontrarse con la soledad y conocer a personas que traigan paz a la vida que quieres dejar atrás, aunque el olvido siempre sea difícil. En definitiva, volver a ser tú mismo e intentar ser feliz.

La directora se toma su tiempo para contar esta historia que no la llena de grandes diálogos, sino que lo hace con exactitud y precisión, lo justo para entender la historia y querer a sus personajes. La fotografía y la música son en este caso protagonistas precisas que dan un empaque perfecto. En definitiva, me gusta que Una quinta portuguesa sea como un cuento con muchas capas que ayudan a los personajes centrales a desprenderse de ellas, como podrías hacer tú mismo con tu pasado, que aunque cueste no es imposible.

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