
Holaluz sigue en la cuerda floja. Ya ha transcurrido casi un mes desde que la comercializadora catalana anunció su intención de cerrar un acuerdo de financiación para garantizar su supervivencia. Pero desde el pasado 22 de abril, cuando la empresa aseguró que lo tenía "todo preparado" para firmar varios créditos con el Instituto Catalán de Finanzas (ICF) y otros prestamistas por un total de 21 millones de euros, no ha habido novedades.
En paralelo, la compañía que preside Carlota Pi comunicó el 7 de mayo que sondea una alternativa para aliviar su tesorería basada en la entrada de un socio industrial. Este plan B tampoco se ha formalizado. Pese a sus intentos, Holaluz no ha hallado ningún partner en el sector energético interesado en tomar una participación de la firma. En parte, no ayuda la división interna en el consejo de administración. Conviene recordar que los dos fondos de la privada, Axon Capital e Inversiones y Geroa Pentsioak, firmaron en desacuerdo las cuentas de 2023.
Consultada por elEconomista.es, la empresa no ha despejado las incógnitas sobre ambas negociaciones en marcha. Una incertidumbre que arroja dudas sobre la viabilidad del grupo.
Obligaciones a corto
El principal lastre de Holaluz es su abultado endeudamiento, en su inmensa mayoría a corto plazo. A cierre de 2023, la energética debía un montante de 58,8 millones de euros, una cifra que duplica su actual valor bursátil. Este guarismo es el que más ahuyenta a cualquier socio industrial, apuntan fuentes del mercado.
Y eso que esta losa crecería si se computasen como pasivo los créditos ofrecidos a los consumidores para instalar placas solares, que en el balance suman 6,6 millones de euros. Holaluz clasifica estos contratos como ingresos a futuro y destaca que el año pasado no concedió ninguno. Estos préstamos rooftop para instalaciones fotovoltaicas se otorgaban a los clientes bajo un sistema de devolución en cuotas fijas incluidas en los recibos mensuales durante un plazo de 15 años.
Por otro lado, la mayoría de instrumentos financieros del grupo están respaldados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO), en condiciones suaves y con un calendario de devolución que se extiende hasta 2027. Pero aún con estas condiciones favorables de endeudamiento, la liquidez de la empresa está bajo mínimos.
Concluido el último ejercicio, la compañía presentaba un fondo de maniobra negativo de 44,3 millones de euros. Esta métrica muestra la fortaleza de una sociedad para afrontar su operativa ordinaria. A esto se suma que aunque la comercializadora ha logrado liquidar unos pagarés suscritos el año pasado que totalizaban 19,8 millones, afronta en solo dos meses otra ronda de compromisos. En concreto, el próximo 19 de julio encara la devolución de otros pagarés por siete millones, que se formalizaron este primer trimestre con un interés del 7,30%.
Financiación sin fecha
Desde el entorno de Holaluz se desvincula este vencimiento de la búsqueda de capital vía ICF o vía un socio industrial, una operación que se atribuye a necesidades financieras más a largo plazo. Pero este matiz entra en contradicción con el preconcurso de acreedores que la propia empresa puso sobre la mesa en caso de que la inyección de capital no terminase cuajando.
"Seguimos trabajando sin prisa pero sin pausa para cerrar el acuerdo de financiación", se limitó a comentar Pi en la reciente rueda de prensa con analistas, en la que no se permitió formular preguntas.
En el último ejercicio, Holaluz registró unas ventas de 614,6 millones de euros, un 33% menos en términos interanuales. Además, estrechó su margen comercial un 25%. El resultado neto consolidado arrojó unas pérdidas de 26,2 millones frente a los cinco millones en negativo de 2022. La energética ya comunicó en noviembre del año pasado un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectó a 200 trabajadores, casi un tercio de su plantilla.