
Entre la gloria y caída del banquero italiano Andrea Orcel en el Santander tan sólo pasaron cuatro meses. La presidenta del grupo financiero, Ana Botín, anunció en septiembre el fichaje del responsable del negocio de banca de inversión de UBS en Londres como consejero delegado del grupo para, en enero, antes de que el italiano llegara a poner un pie en el banco, echar marcha atrás a la contratación. Entre las razones, las prisas exigidas por UBS a Santander por anunciar la operación, el cambio de catalogización que el banco suizo hizo de la entidad cántabra al pasar a verla como competidora y el injustificable bonus de 50 millones a asumir por Santander a ojo de los accionistas y el consejo de administración.
Santander anunció el fichaje de forma apresurada, tal y como reconocieron los responsables del mismo el pasado 1 de febrero en la presentación de los resultados anuales del grupo, alegando cuestiones regulatorias. No obstante, según fuentes financieras, el banco cántabro tuvo que dar este paso al frente antes de tiempo por urgencia de UBS, quien tenía una presentación ante sus inversores e interesaba que, para dicho momento, se conociera cuál era la situación de Orcel en el banco de inversión.
En esta acelerada operación, Santander negoció el fichaje de Orcel como si el grupo financiero se tratara de un cliente más del banco de inversión y no competidor del mismo. Aquí el quid de la cuestión. UBS pasó a considerar al grupo que lidera Botín como competidor directo por lo que, acogiéndose a la cláusula de no competencia que tenía firmada con el banquero italiano, éste perdería el derecho a percibir las retribuciones en diferido generadas hasta el momento. Por tanto, Santander tendría que pasar a compensar al ejecutivo por las retribuciones pasadas que perdería si aterrizaba en el grupo español. Finalmente, los ejecutivos del banco, ante la dificultad de justificar el pago de un bonus de 50 millones de euros al consejo de administración tan solo por la mera llegada del banquero, sin conocer aún los resultados de su gestión, decidió abortar el fichaje.
Fuentes conocedoras de las negociaciones, aseguran que cuando se decidió la contratación de Orcel, el banco, teniéndose como cliente de UBS, desconocía el volumen del bonus a afrontar por el fichaje, información que le llegó una vez que el banco de inversión de origen suizo tomó al grupo cántabro como competidor. No obstante, Orcel aseguró el pasado enero a Financial Times que tiene una carta del grupo financiero en la que se comprometía al pago de estos 50 millones de euros para compensarle la indemnización en diferido que perdía con su marcha de UBS.
Mientras el banco y el banquero negocian por la vía extrajudicial un acuerdo para compensar a Orcel por el fracaso de su fichaje, el italiano presiona a la entidad cántabra a través de los medios de comunicación. De momento, el banquero procedente de UBS ha contratado al despacho de abogados madrileño De Carlos Remón para estudiar si emprende acciones legales contra el banco.
Tándem de peso
Ana Botín buscaba en la figura de Andrea Orcel sustituir el papel que tenía Rodrigo Echenique, vicepresidente del grupo Santander y presidente de Santander España, tras su retirada por jubilación. La presidenta del banco quería consolidar la estructura mantenida hasta el momento de contar con dos pesos pesados cerca de la toma de decisiones, como suponían José Antonio Álvarez como consejero delegado y Rodrigo Echenique, como responsable de la entidad en el mercado español.
Así, Álvarez pasaría a tomar el relevo de Echenique, quedándose con la vicepresidencia ejecutiva del grupo y la presidencia de España, y Orcel, sustituiría a éste como consejero delegado. No obstante, el fichaje frustrado del italiano, ha desbaratado los planes del grupo. De momento, Álvarez se mantiene como consejero delegado y vicepresidente ejecutivo del grupo, mientras la presidencia de España queda vacante.