Ni el menor crecimiento económico ni la incertidumbre sobre la situación europea está asustando a los fondos de inversión, que siguen apostando de una manera decidida por los activos inmobiliarios en nuestro país. El apetito de estas firmas por el ladrillo está permitiendo una limpieza exprés de la banca, que está batiendo récord de operaciones de venta de tóxicos vinculados al sector inmobiliario.
Las entidades, desde el verano de 2017 cuando el Santander anunció el acuerdo con Blackstone para traspasarle el grueso de adjudicados y crédito al promotor dañado heredado del Popular, las transacciones de esta tipología rozan los 82.000 millones. Si se incluyen las ventas al menudeo y los lotes de menor importe la cifra sería superior.

La cifra de las operaciones se encuentra en la banda media de las previsiones de distintas casas de análisis realizadas tras la macroperación del Santander, que fue clave para el impulso de estas desinversiones. Así, por ejemplo, en Axis estimaron traspasos de tóxicos por valor de 70.000 millones, mientras que en KPMG estimaban que rondarían los 100.000 millones.
La limpieza es prácticamente tan relevante que el desagüe que el sector bancario realizó en 2012-2013, con la transferencia de inmuebles y créditos al promotor a la Sareb, pero con la diferencia de que en esta ocasión no se están requiriendo ayudas públicas para soportar las pérdidas adicionales que están generando estas operaciones en las cuentas de las entidades.
Operación con pérdidas
De hecho, la última operación anunciada oficialmente el lunes fue que Bankia asumirá unas minusvalías de 85 millones por la desinversión de adjudicados y créditos deteriorados a Lone Star. La cartera tiene un valor nominal bruto de 3.070 millones y el precio pactado -no desvelado- supondrá provisiones extra al grupo nacionalizado al fijarse con un descuento más elevado a las coberturas que ya había realizado.
Según los detalles ofrecidos, Bankia conservará el 20% del capital de las sociedades que creará con Lone Star para gestionar estos activos y permitirá adelantar los objetivos de reducción de activos problemáticos un año con respecto las estimaciones de su plan a tres años puesto en marcha a principios de 2018. Con la operación, el volumen de disminución de estos activos a lo largo del ejercicio alcanzará los 6.000 millones, el doble de lo calculado inicialmente, ya que el grupo que preside José Ignacio Goirigolzarri no pretendía llevar a cabo la comercialización de grandes carteras con el fin de optimizar las ventas. Sin embargo, Bankia sostiene que con la operación formalizada ayer ahorrará algo más de 200 millones en los próximos tres ejercicios.
Tras esta desinversión, Bankia mantendrá en su balance activos deteriorados por un importe bruto de 11.000 millones, uno de los más elevados del sistema. Las agencias de calificación, eso sí, aplaudieron el paso dado con esta colocación, ya que acerca a la entidad a los niveles de tóxicos de sus principales competidores. Así lo destacaron S&P y Moody's en dos notas dadas a conocer horas después de que Bankia informara al mercado del acuerdo alcanzado con el fondo. La segunda firma de medición de riesgos fue más allá en sus valoraciones e indicó que las operaciones de este tipo llevadas a cabo por la entidad confirman la perspectiva positiva del conjunto del sistema financiero nacional.
En las próximas semanas se podrían cerrar otras ventas de carteras relevantes. BBVA pretende deshacerse de los últimos activos ligados al ladrillo que tiene después de que esté ultimando los flecos para desaguar todos los inmuebles adjudicados a Cerberus. Esta nueva transacción, de créditos al promotor, podría rondar los 2.500 millones de euros. Aún así, todavía contará con más de 9.000 millones de activos en mora en su actividad en España, que tendrá que ir rebajando con recuperaciones y con nuevas desinversiones.
La banca española llegó a contar con más de 300.000 millones de activos tóxicos
Desde los máximos de la crisis, la disminución de activos deteriorados del sistema se ha ido recortando paulatinamente, pero en el último año y medio ha dado un acelerón destacado, siguiendo así los requerimientos de los supervisores de reducir los volúmenes de dudosos e inmuebles por el lastre que suponen para la rentabilidad.
En el peor momento, la banca española llegó a contar con más de 300.000 millones de activos tóxicos, incluyendo los transferidos a la Sareb. En la actualidad, esta cifra se sitúa por debajo de los 100.000 millones. En préstamos morosos, el importe asciende a unos 78.000 millones, mientras que el resto corresponde a pisos, terrenos y locales por impagos.