
Unesid, la patronal del sector siderúrgico, celebra hoy su 50 aniversario. En los últimos años, este negocio se ha tenido que reinventar como consecuencia de la crisis económica y del aumento de la competencia en países emergentes. Para hablar sobre el estado actual del negocio siderúrgico y sus retos a futuro, Bernardo Velázquez, presidente de Unesid, recibe a elEconomista en la sede de Acerinox, compañía en la que ejerce también como consejero delegado.
¿Cómo valora la industria siderúrgica en España? ¿Qué desarrollo tiene frente a otros países?
El desarrollo de la industria es excelente. En los últimos años, las empresas españolas -y concretamente las siderúrgicas- hemos hecho nuestros deberes. Tenemos tal nivel de competitividad que no tenemos nada que envidiar a ningún país del mundo. Comparándonos con nuestra competencia europea, creo que somos tan buenos como los mejores. Si tuviéramos las mismas armas para luchar que otros países, brillaríamos mucho más. Al final el gran problema que tenemos es el coste de la energía.
¿Cómo abordaría ese problema?
Yo no soy un experto en energía, pero sí creo que se debe revisar todo lo que tiene que ver con el tema eléctrico. Todos los afiliados a Unesid somos grandes consumidores y queremos tener un precio a final del año, una factura que sea comparable a lo que tiene la competencia. La manera en que se calcule la forma, todos los sumandos o multiplicadores, me da igual. Me gustaría que se pusiera todo el mundo de acuerdo para conseguir un precio que fuera competitivo. Hemos hecho muchas cosas, pero con resultados muy pobres. Pusimos en marcha una Mesa del Acero que nos ha ayudado para acercar las posturas de empresarios, sindicatos y técnicos. Nos ha valido para que se conozca mejor la siderurgia, pero ha tenido poco resultado desde la parte política, por no decir cero. No se han atendido nuestras reclamaciones: ni del transporte por carreteras; ni la intensificación de la economía circular; ni el uso de nuestros residuos como productos de otras industrias para evitar nuestros vertidos y reducir el impacto medioambiental; todo el tema de los costes indirectos del CO2 y del coste de la energía. Hemos trabajado con mucha ilusión en el Pacto por la Industria, pero al final se quedó en puertas para firmarse. Ahora volvemos a tener un Ministerio de Industria, eso nos ilusiona.
¿La Administración tiene buena predisposición a cumplir con esto?
A veces el buenismo de muchos países nos lleva a tomar decisiones que pueden ser contrarias incluso a sus propias ambiciones. Me refiero, por ejemplo, al tema del CO2 y la electricidad. Si los españoles somos más eficientes, utilizamos menos recursos para conseguir la misma producción. Si nos machacan con costes medioambientales, eléctricos y peajes e impuestos de todo tipo, al final lo que se va a conseguir es que se desplace la industria siderúrgica a otros países. Si se cierran industrias básicas, habrá otros sectores que sigan el mismo camino. Respecto al CO2, si se buscaba un planeta más limpio, se va a conseguir el contrario: se va a seguir produciendo acero, pero en sitios donde se ensucia mucho más. Tendremos una España muy limpia en un mundo muy sucio.
¿Cómo afectan al sector las importaciones asiáticas?
Somos industrias globales y hemos tenido que aprender a defendernos de las barreras arancelarias, de antidumping... Hemos visto cómo en los últimos años ha evolucionado de una manera brutal la capacidad de acero en Asia, y más concretamente en China. Hasta el punto de haber cambiado los flujos comerciales totalmente. En 2000, en China se producía un 3 por ciento del acero global y el año pasado se produjo más del 54 por ciento. Si antes muchos países producían y exportaban a China, ahora todos somos receptores de acero asiático. No queremos barreras, queremos un mercado global en el que todos juguemos las mismas reglas. Pero si alguien incumple las reglas, habrá que sancionarle.
EEUU sí ha puesto esas barreras...
EEUU ha sido muy contundente. Lo que han provocado es que esas exportaciones se dirijan a Europa, por eso solicitamos las medidas de salvaguarda que sí se han aplicado y que seguimos insistiendo para que se mantengan y afinen. Entre enero y febrero se terminan las provisionales y se están definiendo ya las definitivas por la Comisión. El primer periodo no ha sido bueno, no porque no hayan sido efectivas las medidas, sino porque en algunos casos ha habido un aluvión de importaciones previas.
¿Qué retos afronta el sector para sus próximos 50 años?
El desarrollo de emergentes implicará mucho consumo de acero con lo cual acabará limitando el exceso de capacidad. Además, la práctica de la economía circular nos acabará favoreciendo. Hay que ir de la mano con la Administración para mejorar con I+D, pero en ritmo y medida de lo posible.
¿Y en cuanto a formación?
El acero ofrece empleo de calidad, con sueldos más altos que la media de España y muy estable. Además, en España hace falta una FP de calidad, digna y con una garantía de empleabilidad. En el caso de las titulaciones universitarias, creo que tenemos una oportunidad buenísima de acercar la universidad a las empresas. Respecto al I+D, nos va la vida en ello, tenemos que seguir siendo punteros.