La Comisión Europea ha presentado una Estrategia sobre el hidrógeno que aspira a canalizar hasta 500.000 millones de euros en las infraestructuras necesarias para que este gas le permita cumplir su objetivo de ser neutra en emisiones de carbono a mediados de siglo. Largamente esperada por el sector energético, la Estrategia nace con polémica porque prevé nuevas inversiones para hidrógeno obtenido con electricidad de origen fósil.
Repsol, Enagás, Naturgy, Iberdrola, Endesa... Muchas son las empresas energéticas con proyectos para fomentar el hidrógeno, un gas considerado indispensable para descarbonizar sectores prácticamente imposibles de electrificar, como el transporte aéreo o la industria pesada, y para almacenar energía limpia a largo plazo y garantizar el abastecimiento, desempeñando unas funciones que hoy ejercen el gas, el petróleo y el carbón.

El potencial del hidrógeno a largo plazo es inmenso: según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena), para cumplir el Acuerdo de París, alrededor de un 8% de la demanda energética global tiene que cubrirse con hidrógeno. Otras fuentes señalan que a mediados de siglo puede cubrir un 24% de la demanda energética mundial, con un volumen de mercado de 630.000 millones anuales.
Pero el estado del arte actual está muy lejos de cumplir esas expectativas; el hidrógeno tiene aplicaciones industriales -como la fabricación de amoniaco-, pero su producción es muy inferior a la necesaria y sus costes mucho más altos de lo asumible para aplicarlo masivamente.
Carrera empresarial
El hidrógeno hay que producirlo, normalmente descomponiendo las moléculas de agua con electrolizadores, y hay una auténtica carrera para desarrollarlos y abaratar su coste: el número de empresas que se han unido al Consejo Internacional del Hidrógeno ha pasado de 13 en 2017 a 81 en la actualidad, y los anuncios de proyectos firmes con electrolizadores hasta 2030 han pasado de sumar 3,2 GW a sumar 8,2 GW sólo entre noviembre y marzo; además, hay otros 22 GW en proyectos pendientes de confirmar.
El 60% de las iniciativas empresariales confirmadas están en la UE, donde unas 280 empresas -el 40% grandes firmas- forman un sector que cuenta con una capacidad de producción de hidrógeno inferior al GW anual, pero Bruselas ha decidido que ha llegado el momento de impulsarlo, aprovechando los miles de millones de fondos públicos que se han anunciado para recuperar la economía de la Covid-19.
El Ejecutivo comunitario calcula que el hidrógeno verde, producido con renovables, debe cubrir de un 13% a un 14% de la demanda energética de la UE en 2050 y hasta ese año quiere que se invierta hasta medio billón de euros en electrolizadores, plantas eléctricas renovables que los alimenten, vehículos y fábricas que consuman el gas, la infraestructuras que lo distribuyan y almacenen... Este objetivo a largo plazo está dividido en tres hitos temporales.
El primero, hasta 2024, aspira a instalar al menos 6 GW de electrolizadores y producir 1 millón de toneladas de hidrógeno producido con energía renovable. En esta fase, embrionaria, se aumentaría la escala de los electrolizadores actuales por encima de los 100 MW para reducir sus costes, se aprobaría la normativa del nuevo mercado y se introduciría en el transporte pesado, pero sin gran desarrollo de otras infraestructuras.
En la segunda de las metas volantes, en 2030, ya debería de haber 40 GW de electrolizadores y se producirían 10 millones de toneladas del gas. Éste formaría parte del nuevo modelo energético integrado que defiende Bruselas, que combina tecnologías y usos para ganar eficiencia.
Desde ahora hasta 2030, la inversión en electrolizadores debería oscilar entre los 24.000 y los 42.000 millones, a los que se añaden 65.000 millones para el transporte, distribución y almacenamiento del gas, sin olvidar de 220.000 a 340.000 millones para instalar de 80 a 120 GW de plantas eólicas y solares que alimenten el nuevo vector energético.
A partir de 2030 el hidrógeno debería penetrar masivamente en la economía y se tendrían en cuenta otros costes, como los 180 millones necesarios para reconvertir a hidrógeno cada típica siderurgia europea, los 1.000 millones que exigiría el despliegue de 400 pequeñas estaciones de servicio de hidrógeno, esto es, hidrogeneras, o los 11.000 millones necesarios para dotar de sistemas de captura y confinamiento de CO2 a la mitad de las centrales de generación convencionales -gas y carbón- que seguirían produciendo electricidad.
Mantiene la energía fósil
La Estrategia de Bruselas prevé invertir de 3.000 a 18.000 millones en hidrógeno producido con tecnologías fósiles de bajas emisiones -con gas-, sobre todo al principio del proceso, hasta que madure la tecnología. En la actualidad, la producción de hidrógeno con gas o carbón cuesta 1,5 euros por kilo, mientras que el hidrógeno de origen renovable cuesta de 2,5 a 5,5 euros por kilo. Sin embargo, en 2030 el primero costará de 2 a 2,5 euros por kilo -incluyendo la captura de carbono-, mientras que el segundo será más barato, entre 1,1 y 2,4 euros por kilo.
Las inversiones previstas para este hidrógeno azul son muy pequeñas comparadas con las demás magnitudes de la Estrategia de la UE, pero han levantado en armas a todos los que ven en ellas un resquicio para la persistencia de la energía fósil. Entre sus detractores se cuenta el Gobierno de España: el Ministerio para la Transición Ecológica ha emitido una valoración de la Estrategia que "lamenta" este apoyo y reclama que los fondos públicos sólo recalen en el hidrógeno limpio, verde, obtenido con electricidad generada con tecnologías renovables.