
Son las siete y media de la mañana de un lunes y el despertador suena, como todos los días, convocando a los españoles a cumplir con sus obligaciones profesionales. ¿Cómo todos los días? No, eso es imposible. No desde que un tal COVID-19 irrumpió en nuestras vidas como un terremoto hace apenas unas semanas. Pero como la actividad económica no puede detenerse por completo (eso sería otro cataclismo aun mayor), los trabajadores intentan continuar como buenamente pueden con su trabajo diario. Muchos, excepcionalmente, tienen la posibilidad de hacerlo desde sus casas estos días. Otros deben seguir acudiendo a sus puestos en las localizaciones habituales. Pero, tanto para unos como para otros, pretender seguir rindiendo como si tal cosa, sencillamente, es complicado.
Y es que este virus no solo tiene efectos en las personas que tienen la mala fortuna de resultar contagiadas. Mentalmente nos ha infectado ya a casi todos. Y eso, comenta Elisa Sánchez, psicóloga laboral y profesora de la UDIMA, tiene inevitablemente un reflejo en el trabajo. "Ha sido un shock. En poquísimos días hemos pasado de 'qué exageración', 'si es como una gripe' o 'esto esto solo pasa en China' a cifras alarmantes de contagios, la caída en las bolsas o el cierre de las calles".
Esta docente recuerda que todo cambio traumático sigue un proceso y que ahora nos encontramos en la fase del miedo. "Nos preocupa lo que le pueda suceder a nuestros familiares y amigos, y esta situación de ansiedad e incertidumbre no facilita ni el trabajo ni el rendimiento", explica.
Una incertidumbre que, apunta, Fernando Botella, CEO de Think&Action, es un compañero de viaje incómodo pero también hasta cierto punto necesario en la vida. "Enfrentarnos a situaciones complejas es lo que nos permite ser mejores y crecer". Sin embargo, concede, la situación actual excede los niveles habituales por dos razones. "En primer lugar, se trata de algo muy nuevo y repentino. No es el tipo de incertidumbre con la que estamos acostumbrados a manejar, la que podemos anticipar y vemos venir desde lejos. En segundo lugar, no hay experiencias pasadas que nos sirvan de referente. Nadie de 50 o 60 años ha vivido algo similar, así que hay que reinventar completamente la respuesta".
El efecto curativo del grupo
Para muchos acudir al puesto de trabajo se ha convertido en una pequeña odisea. Además, se imponen normas de distanciamiento social que parecen ir en contra de nuestra propia naturaleza. "A los españoles, como buenos latinos, nos gusta sentirnos cerca de nuestra gente, abrazarnos, besarnos, compartir momentos de intimidad y de complicidad con amigos a través del contacto físico... cosas que en el momento actual quedan completamente prohibidas", expone Vivinana Konstantynowsky, experta en innovación y coach ejecutiva. ¿Cómo afrontar estas nuevas coordenadas? Mantener una actitud flexible es clave. "Todo está cambiando y nosotros debemos cambiar también. Llegan tiempos de desaprender para aprender formas nuevas de relacionarnos con nuestra gente. Ni peores ni mejores; solo distintas", señala.
Distintas, sí, pero también difíciles de asumir. Una de las cosas que más se echan en falta estos días es ese ratito del café con los compañeros de trabajo. Manuel Armayones, director de desarrollo del eHealth Center de la UOC, resalta los poderes curativos del grupo. "Nos han mandado a aislarnos a casa en el momento en que más falta nos hace sentirnos arropados", aduce. Por esa razón, este investigador propone mantener esas interacciones, aunque sea virtualmente. "Hay que ser disciplinados para trabajar, pero también para hacer una pausa para llamar a ese colega de confianza o para mandarle un WhatsApp preguntándole cómo está".
Productividad
¿Y qué hay del rendimiento? ¿Se resiente durante estos momentos tan excepcionales? ¡Por supuesto! De hecho, cree Armayones, lo realmente extraño sería que no fuera así. "Es absolutamente normal que seamos algo menos productivos estos días, que estemos más preocupados y menos concentrados que de costumbre. Hay sucesos de rango superior que están ocurriendo y es difícil sustraerse a ellos. Pero no tenemos que mortificarnos por bajar un poco el ritmo. Hay que ser un poco benevolentes con nosotros mismos y con los demás", aconseja.
Benevolencia sí, pero sin caer en el victimismo paralizante. El profesor Armayones advierte de que los niveles de estrés se disparan peligrosamente en este tipo de emergencias. "Además, nuestros sesgos cognitivos nos hacen sobrevalorar la probabilidad de que nos sucedan cosas negativas y nos sentimos más vulnerables de lo que las estadísticas dicen", agrega. Viviana Konstantynowsky también insta a tratar de no dejarse dominar por el pánico. "En estos momentos estamos fuera de nuestra zona de confort, y para volver a estar tranquilos deberemos aprender a surfear en tiempos de crisis".
Aunque que cada tres minutos llegue una actualización de cifras de contagiados y fallecidos o una nueva noticia aun más alarmante que la anterior no ayuda. "Hay que acotar el tiempo que le dedicamos a estar pendientes de las noticias, porque eso nos hace seguir pensando y hablando del tema constantemente. Por ejemplo, podemos quitar los avisos de noticias del ordenador o de mensajería en el móvil. Y también disciplinarnos para no estar constantemente pendientes de las redes sociales", recomienda Elisa Sánchez.
"Seguir con la rutina diaria ayuda al cerebro a ponerse en modo trabajo"
Los expertos coinciden en que una de las maneras más efectivas de combatir la incertidumbre es mantenerse activo. "Seguir con la rutina diaria ayuda al cerebro a ponerse en modo trabajo", confirma Konstantynowsky. "Preocuparse es humano, pero lo más importante es ocuparse", añade Armayones. Y una manera de hacerlo es siguiendo las normas que se dictan desde las autoridades sanitarias. "No salir a la calle, mantener la distancia de seguridad, lavarse las manos, no tocarse la cara… es difícil porque algunas de esas recomendaciones suponen ir en contra de patrones de comportamiento muy arraigados. Pero hay que hacerlas por responsabilidad y solidaridad", subraya este investigador.
Los profesionales que están en primera línea de esta emergencia saben mucho de responsabilidad y solidaridad. Personal sanitario, fuerzas del orden, trabajadores de supermercados o farmacias, transportistas y repartidores… ellos son los que están cargando sobre sus hombres el peso de esta crisis. "La situación en sí ya te mantiene ocupado, y controlarla de forma tajante pero sin perder la amabilidad con pacientes, clientes y ciudadanos puede ser el secreto de la actitud que ayuda y no asusta a los demás", destaca Luis Colmenero que, además de coach, es trabajador del Hospital es Mateu Orfila de Mahón (Menorca). Para este profesional, hay que tratar de disipar "esa nube distópica" que acecha en el ambiente. "Ahora es momento de tener tranquilidad dentro de uno mismo y en el espacio de trabajo. Para que esa tranquilidad se transmita también a quienes por necesidad transiten por las calles para ir al trabajo, al supermercado o a la farmacia".
¿Qué se puede aprender de este nuevo reto? Fernando Botella cree que muchas cosas. "Por ejemplo, la importancia de pensar disruptivamente y de vivir otras realidades o de poner a prueba nuestra capacidad de resiliencia y de recuperación", ilustra. ¿Y en el plano estrictamente laboral? "También es una excelente oportunidad para profundizar en nuevas metodologías como el trabajo en remoto". Por su parte, la profesora Elisa Sánchez pide paciencia y aceptación. "Hay que ser flexible ante la avalancha de cambios que se están produciendo, y asumir que esta va a ser la tónica que nos va a acompañar durante un tiempo". Porque, remata, "más que nunca, vivimos en un entorno VUCA. Con 'C' de 'coronavirus'".
Pautas y tareas de autocuidado
- Mantener una actitud optimista y objetiva. Es fuerte y capaz.
- Llevar a cabo los hábitos adecuados y de higiene y prevención que recomienden las autoridades sanitarias.
- Evitar hablar permanentemente del tema.
- Apoyarse en familia y amigos.
- Ayudar a la familia y amigos a mantener la calma y a tener un pensamiento adaptativo a cada situación.
- Acudir a fuentes oficiales y buscar información contrastada por expertos: Ministerio de Sanidad, Colegios Profesionales Sanitarios, Organismos Oficiales, OMS, etc.
- No contribuir a dar difusión a bulos y noticias falsas. No alimentar el miedo ni el de los demás.
- Procurar hacer vida normal y continuar con las rutinas.
- Tener cuidado con las conductas de rechazo, estigma y/o discriminación. El miedo puede hacer que nos comportemos de forma impulsiva, rechazando o discriminando a ciertas personas.