
Si la mejor victoria en el arte de la guerra es vencer sin combatir, lo más parecido a ese ideal consiste en hacerlo con drones. A miles de kilómetros de distancia, frente a una pantalla y con un joystick o una consola en la mano.
La digitalización de los ejércitos ha convertido el mundo militar en el mejor campo de pruebas de la última tecnología. Sucedió en su día con la primera Internet -llamada Arpanet-, creada con el objetivo de mejorar las comunicaciones entre los mandos militares. También ocurrió lo mismo con los sistemas de geolocalización por satélite, como el GPS... Después, estas tecnologías se popularizaron, se abrieron a la sociedad para los usos civiles bien conocidos y que empleamos a diario.
Los vehículos aéreos no tripulados -o drones- tuvieron un recorrido similar. Los dispositivos que usamos para tomar fotografías, realizar acrobacias o presumir en carreras distan mucho de los que utilizan los ejércitos para acabar con sus objetivos. El último ataque sonado con este tipo de artilugios, el del pasado 3 de enero de Estados Unidos contra el líder de la inteligencia y estrategia iraní, Qassem Soleimani, nos invita a revisar el estado del arte de este tema.
La guerra ha cambiado sus reglas y cada vez será más inusual el hecho de desplazar tropas hasta un campo de batalla. Los principales movimientos contra el enemigo se diseñan y perpetran desde un ordenador, ya sea lanzando ciberataques contra infraestructuras críticas, campañas de fake news para desestabilizar un país o, como en este caso, unos misiles a bordo de un dron.
El riesgo humano por parte del atacante se reduce de forma considerable. Aún más si tenemos en cuenta que el piloto del dron MQ9-Reaper utilizado en este caso se encontraba cómodamente sentado frente a una consola en unas oficinas en el Estado de Nevada. Desde allí, con una latencia o tiempo de respuesta algo superior al segundo, pulsaba los botones necesarios en su joystick para lanzar los misiles en el momento oportuno. Como en un videojuego macabro.
Para asegurar el éxito de la misión en estos casos, siempre es necesario contar con el clásico agente de inteligencia o espía sobre el terreno, que avise cuándo el convoy de vehículos con el objetivo -en este caso Soleimani- iba a abandonar el aeropuerto de Bagdad.
Esta misión quizá era especial porque estaban atacando a la cabeza de la estrategia e inteligencia del ejército de un país como Irán. En otros, pueden recurrir a un sistema de inteligencia artificial por satélite que es capaz de detectar cuándo se produce una reunión de varios hombres llegados en furgonetas hasta un punto concreto. Los clasifica como presuntos terroristas y puede lanzarles un misil...
Pero en esos supuestos pueden producirse errores. De hecho, con anterioridad a este ataque selectivo y tan mediático sin víctimas civiles se habían ordenado otros muchos, también por parte de Estados Unidos, en los que sí hubo que lamentar víctimas inocentes. En este punto, habría que recordar que Soleimani tenía tras de sí un largo historial de operaciones terroristas de apoyo al régimen sirio de Bashar al-Assad.
Operaciones en Afganistán
El uso de drones para acabar con el enemigo no es para nada nuevo. Ya cuando se acabó con la vida de Osama bin Laden, el líder de Al-Qaeda, el 2 de mayo de 2011, estos vehículos tuvieron una función importante. Aunque finalmente bajaran a tierra los Seals para perpetrar la operación y llevarse el codiciado trofeo. En agosto del año pasado, también uno de sus hijos y supuesto heredero a ocupar el mando de la organización terrorista, Hamza bin Laden, fue aniquilado supuestamente en un ataque mediante drones.
En cuanto al modelo de avión no tripulado empleado para acabar con el líder iraní Soleimani, el MQ9-Reaper, es bastante viejo, con más de doce años en el mercado. Huelga decir que se aleja muy mucho del dron que podemos volar en el jardín de casa.
Solo sus medidas y su capacidad de carga ya impresionan bastante: con 20 metros de envergadura y casi cuatro metros de altura, tiene una autonomía de 25 a 30 horas según la carga que lleve -de hasta 1.700 kilos-. En ese tiempo puede recorrer hasta 1.800 kilómetros a una altitud máxima de 15.000 metros, 5.000 metros más que la que suelen utilizar los aviones comerciales cuando alcanzan la velocidad de crucero.
Un dron de 14,4 millones
Emplea los motores de turbohélice Honeywell que se montan en otras aeronaves, de pasajeros tipo jet privado, con los que consigue una velocidad máxima cercana a los 500 kilómetros por hora. Su precio por unidad ronda los 14,4 millones de euros, lógicamente sin contar la carga.
El QM9-Reaper es totalmente personalizable al gusto del mando militar del ejército que lo adquiera. Las opciones son casi ilimitadas, como si estuviéramos en un videojuego. Destaca por su versatilidad. Pueden instalarse en él desde misiles AGM-114 Hellfure II aire-tierra hasta un detonante guiado por láser... También, en otros casos, hace las veces de proveedor para desplazar munición o combustible hasta una base, según las exigencias de la misión en curso.
El MQ0-Reaper es un modelo bastante antiguo, pero que sigue funcionando bien. Su fabricante, General Atomics Aeronautical Systems, presume en su propia web de otros modelos más avanzados. Basta echar un vistazo a las tablas de especificaciones técnicas que encontramos. Leemos en la web de General Atomics Aeronautical Systems que el Ejército británico, la Royal Air Force, alcanzó ya en el año 2017 más de 100.000 horas de vuelo con su flota de MQ9-Reaper.