
Todos los sabemos. Los perfiles STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) son los más buscados por las empresas en los actuales entornos ultra digitalizados y mega tecnológicos. Y en este contexto, salir de la universidad con un título científico-técnico bajo el brazo equivale poco más o menos a tener un puesto de trabajo (y a uno bueno, además) garantizado de manera casi instantánea. Así que si su hijo o hija tiene dudas acerca de qué estudiar cuando lleguen a la edad de cursar estudios superiores, disípelas inmediatamente y oriénteles sin demora hacia una carrera "de ciencias".
O no. Porque, pese a que el incesante ruido tecnológico parece indicar que corren malos tiempos para los perfiles humanistas (o como se decía antes, para los "de letras"), esto en realidad no es así. De un tiempo a esta parte, expertos en disciplinas tan dispares como pedagogía, liderazgo o digitalización procedentes de todo el mundo están poniendo en cuarentena la teoría que sitúa a los profesionales técnicos en lo más alto de la cadena alimenticia laboral. O, al menos, se muestran menos inflexibles con los requisitos que dan acceso al selecto club de los perfiles más empleables.
¿La razón? Los procesos de innovación que gobiernan buena parte de los nuevos modelos productivos no pueden ser orquestados únicamente por perfiles técnicos. Para que sean exitosos, estos proyectos necesitan incorporar altas dosis de creatividad, flexibilidad y pensamiento disruptivo, y estas son cualidades que se suelen dar más fácilmente en personas con una orientación humanista.
No solo eso. Todo proceso de transformación medianamente complejo (y la revolución digital lo es y de dimensiones estratosféricas) tiene una vertiente humana y relacional tan o más importante que la meramente técnica. En otras palabras, ningún proyecto de transformación digital llegará a buen puerto si no es impulsado por lideres que, además de las competencias técnicas adecuadas, luzcan grandes habilidades de comunicación e inteligencia emocional. Solo así podrán aglutinar y encauzar las voluntades de su equipo en la dirección correcta.
¿Quiere decir esto que los perfiles STEM no son tan imprescindibles como nos quieren hacer ver? No; siguen siendo imprescindibles y la especie dominante en la selva del empleo. ¿Pueden respirar tranquilos los estudiantes de Historia Filología o Bellas Artes en cuanto a sus posibilidades laborales? Tampoco; yo no esperaría largas colas de headhunters tecnológicos disputándose sus servicios. No, lo que esta tendencia nos indica es que los perfiles que más posibilidades tienen de abrirse paso en los actuales entornos cambiantes son híbridos que combinan sólidos conocimientos técnicos con grandes habilidades relacionales y una orientación creativa, cuando no artística.
Perfiles STEAM
Sí, sí, artística. En estados Unidos ya se está hablando de perfiles "STEAM" acrónimo resultante de añadir la "A" de artista, al ya conocido STEM. Y es que en una época de cambios vertiginosos, esa "a" agrega el componente de transversalidad necesario para poder enfrentarse a una multiplicidad de escenarios que cambian sin previo aviso y sin seguir patrones definidos. En cierta forma, hemos vuelto a la época del Renacimiento, en la que Leonardo y sus coetáneos, no se especializaban en nada en concreto, sino que su curiosidad y ansia de conocimiento les llevaban a tratar de abarcar un amplio espectro de disciplinas de la actividad humana. En un momento histórico de enormes cambios socio-económicos, esa multiplicidad de talentos permitió a aquellos pioneros "STEAM" tomarle el pulso a su tiempo y llevar a la humanidad hasta la siguiente parada en su evolución.
Hoy sería muy complejo (y poco práctico) que un profesional fuera ducho en 14 disciplinas como llegó a dominar Da Vinci, pero sí se le debe exigir un mínimo de curiosidad por aquellas que, estando en su órbita, pueden ayudare a hacer mejor su trabajo.
Arte y ciencia se han complementado de un modo natural y armónico desde tiempos inmemoriales. Desde las conexiones obvias entre la música y las matemáticas, hasta los servicios que el lápiz o las proporciones han prestado por igual a pintores, arquitectos e ingenieros, son disciplinas unidas por una especie de cordón umbilical soterrado.
Hoy esas conexiones se extienden también a los sistemas de trabajo, alcanzando también los sistemas de innovación que están triunfando en las empresas de todo el mundo. Los modelos agile, la creatividad corporativa, los sistemas colaborativos o el enfoque disruptivo y contra corriente de algunas propuestas de la nueva economía no serían lo que son hoy si no existiera el arte. La influencia del arte y sus códigos de trabajo en los actuales modelos empresariales es tan decisiva como creciente.
Nivel desempeño individual, también la mirada de artista puede llevar a un profesional a cotas nunca antes alcanzadas, posibilitando una serie de aportes con claro valor añadido. Me estoy refiriendo a habilidades como la mirada holística o de conjunto, la capacidad para anticipar y visualizar el futuro, la capacidad de observación o la capacidad para aportar múltiples soluciones a viejos y nuevos problemas.
La curiosidad, la provocación, la capacidad para cuestionarse el statu quo, la paciencia y la tendencia natural a iterar, buscando la mejora continua y aplicando de manera instantánea el producto de sus aprendizajes son otro valioso legado del artista que puede ser ventajosamente aplicado a los entornos profesionales actuales.