Las previsiones eran que fuera un 'todos contra Pedro Sánchez' y al final ha sido un poco de 'todos contra todos'. El debate electoral a cinco de este lunes ha resultado un juego de vasos comunicantes en el que el ataque a un contrincante quedaba disipado por el disparo cruzado de otro. Cada candidato ha buscado contentar a su parroquia y la amenaza de bloqueo persiste a menos de una semana de las elecciones del 10-N.
Más allá del enfrentamiento a cinco bandas bajo los focos de la Academia de Televisión en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid, los titulares los ha dado un Sánchez que viéndose víctima de todos los ataques ha empezado a lanzar promesas de relumbrón a la desesperada: desde que Nadia Calviño sea vicepresidenta económica a crear un Ministerio de la Despoblación pasando por liquidar la Fundación Francisco Franco o poner coto a TV3 y traer a Carles Puigdemont a España.
El debate ha tenido un tono correcto y hasta cierto punto monocorde en sus tres primeros quintos. Aunque en ese tiempo ha saltado algún chispazo, la cosa se ha calentado en el cuarto bloque -calidad democrática-, a priori más tranquilo que los relativos a cohesión territorial, política económica y medidas sociales. La Memoria Histórica y qué pasó en España en los años 30 han encendido a unos políticos que quizá no son demasiado conscientes de que se están repitiendo unas elecciones y de que en abril ya hubo dos debates de esta enjundia. [Las frases clave del debate electoral]
Cataluña y el adoquín de Rivera
El debate comenzaba con el plato fuerte de Cataluña. Para cubrirse de los seguros ataques de sus rivales por la derecha ante la situación en la comunidad, Sánchez lanzaba al tapete sus tres primeras propuestas: una asignatura muy parecida a Educación para la Ciudadanía, una Ley General Audiovisual para que los consejos de administración de las televisiones autonómicas sean elegidos por las dos terceras partes de los parlamentos regionales evitando "usos sectarios" -ahí queda TV3- y reformar el Código Penal para recuperar el delito de referéndum ilegal.
Cuando parecía que estos anuncios de Sánchez se llevarían el protagonismo del bloque -Casado pedía aplicar la Ley de Seguridad Nacional y preguntaba al presidente varias veces si Cataluña es una nación, Iglesias reclamaba diálogo y Abascal detener a Torra e ilegalizar a los partidos independentistas-, aparecía Rivera sacando del cajón un trozo de adoquín de una calle barcelonesa víctima de los disturbios tras la sentencia del procés.
Adoquín en mano, Rivera pedía a Sánchez el 155 y Casado salía al quite para afear al líder de Ciudadanos que en 2017 pedía una aplicación 'light' del precepto constitucional y ahora es su mayor valedor. No acaba ahí el repertorio de Rivera, que sacaba un folio inmensamente largo con las supuestas cesiones de PP y PSOE al nacionalismo estas décadas.
Calviño y la despoblación interior
En el segundo bloque Sánchez ha vuelto a buscar el impacto con una medida sonora: el nombramiento de Nadia Calviño como vicepresidenta económica si revalida Gobierno y la creación de un Ministerio contra la Despoblación. Un guante que han recogido todos los contendientes, preocupándose Iglesias por el "reto demográfico" y proponiendo Rivera importantes rebajas fiscales para aquellos que vivan en la España interior. El presidente en funciones tildaba de "sólidos" los "pilares" económicos de España y Rivera acusaba al socialista y a Iglesias de querer "estrangular" a los españoles a impuestos.
Mientras que en pensiones el compromiso más concretado ha sido el de Iglesias de subir las pensiones mínimas, en material fiscal Abascal ha insistido en el tipo máximo del 30% y en una supresión de Sucesiones que ha respaldado Rivera. Casado ha avisado a Sánchez de los malos augurios de la última EPA mientras el presidente, ya sea por error ya sea intencionadamente, ha hablado de "derogar la reforma laboral". Una afirmación que llama la atención cuando el mantra del PSOE en los últimos meses ha sido no tanto derogar la citada reforma del PP como eliminar sus "aspectos más lesivos".
Este bloque económico ha dejado acometidas llamativas, como cuando Rivera la ha tomado con Abascal por estar años "cobrando de un chiringuito de la Comunidad de Madrid" mientras mostraba una cartulina con los más de 300.000 euros que cobraba por ese alto cargo el ahora líder de Vox. En su empeño por las ilustraciones gráficas, Rivera -que luego sacaría una foto de Abascal con Salvini y otra de Salvini con la estelada catalana- ha esgrimido un impuesto descubierto por él: el Impuesto de la Corrupción del Bipartidismo (I.C.B.). Según sus cálculos, la corrupción de los dos grandes partidos le cuesta 1.000 euros a cada español al año.
La bronca entra al debate
El tercer bloque ha devenido en un cajón de sastre en el que Rivera ha pedido un sistema educativo "y no 17", Casado ha prometido 30 días como máximo de lista de espera en dependencia y un MIR educativo, Abascal ha advertido contra los 'menas' y ha afirmado que "el 70% de los imputados de las nuevas manadas son extranjeros", Iglesias -que ha sufrido un terrible lapsus y ha dicho "mamadas" en vez de "manadas"- contra las casas de apuestas en los barrios humildes y Sánchez mencionaba varias veces la creación de un parque de vivienda pública y anunciaba permisos de paternidad de 18 semanas en 2024. Cuando se tocaba el tema de violencia de género y Abascal pedía acabar con la actual ley, Sánchez sacaba la artillería contra Casado y Rivera por haber pactado con Vox llamándoles repetidas veces "la derecha cobarde".
El cuarto bloque ha sido el toque de corneta de los candidatos, que con la excusa de quién mató a quién en los años 30 y la Memoria Histórica se han tirado todos los argumentos a la cara. Ahí es donde Sánchez ha vuelto a abrir el bolsillo mágico y ha prometido poner en marcha la liquidación de la Fundación Franco y meter en el Código Penal como delito la apología del fascismo o cualquier totalitarismo. "Sánchez va a acabar ilegalizando a Iglesias por decir que es comunista", ha ironizado Abascal.
Ha sido también el momento en el que PP y Ciudadanos más han puesto contra las cuerdas a Sánchez al preguntarle si va a pactar con los independentistas tras el 10-N y callar el presidente. "El que calla, otorga", ha remachado Rivera. El presidente se ha lamentado de que todo el mundo dice que tiene un "pacto oculto" con alguien y en verdad no lo tiene con nadie: va a ser ese el problema.
El último y quinto bloque, relativo a política internacional, ha devenido en un batiburrillo en el que Abascal ha querido imponer el tema de la inmigración y en el que Sánchez ha pedido a PP y Ciudadanos que tomen ejemplo de Merkel y Macron, que "no ponen cordones sanitarios a los socialistas, como aquí". Esto ha terminado de mosquear a un Iglesias que toda la noche le ha tirado al presidente la 'piedrecita' de que busca una Gran Coalición con el PP. Ponía el colofón Sánchez diciendo que va a traer sí o sí a Puigdemont a España para que sea juzgado, preguntándose entonces Iglesias si eso no lo tendría que decidir un juez belga.
Tras casi tres horas de debate, con España ya metida en la cama, los candidatos dejaban los atriles y se saludaban sabiendo que, al menos este debate, no arroja demasiada luz sobre cómo se va a salir del bloqueo. Solo había que ver las caras al acabar de los dos moderadores: Ana Blanco y Vicente Vallés.