
Fueron varias las imágenes llamativas que dejó anoche el debate electoral a cinco entre los candidatos de las principales formaciones políticas a la presidencia del Gobierno el próximo 10 de noviembre. Más allá de adoquines y lapsus lingüísticos, hubo una escena que se perpetuó durante casi todo el encuentro: la de Pedro Sánchez con la mirada en cualquier sitio menos en los ojos de sus oponentes. En Directo | Reacciones al debate electoral a cinco.
Simplemente mirando hacia abajo, revisando apuntes o tomando notas sin parar. A pesar de ser el más interpelado, es más fácil encontrar una imagen del líder socialista en esa pose que compartiendo el espacio visual con Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal cuando le preguntaban por temas como Cataluña, el paro o sus candidatos para el pacto si gana las elecciones del domingo.
A esta pose evasiva pueden dársele varias explicaciones: la del escondite o la de la indiferencia son las que el análisis sugiere antes. La primera correspondería a una estrategia similar a la que aplicábamos en el colegio cuando el profesor lanzaba una pregunta y uno se creía que por no mirarle directamente se volvía invisible y se libraba de tener que responder sobre alguna materia que no dominaba o sobre algo que le avergonzaba.
La segunda, la de la indiferencia, presupone que Sánchez habría acudido al debate no solo como presidente en funciones y ganador de las elecciones del 28 de abril sino como futuro ganador del 10-N que no tiene nada que excusar ante unos contrincantes que no están a su altura.
El plano escucha
También existe la opción de que Sánchez solo mirara a su atril, a los moderadores cuando le daban paso o a cámara -especialmente cuando le interpelaba Iglesias o al hacer anuncios como el de Nadia Calviño- por una mezcla de las dos teorías anteriores: ignorancia-vergüenza y cierta dosis de soberbia. Sin embargo, en el medio televisivo existe un recurso que ya ha dado que hablar en algún debate político: el plano escucha.
Se trata de un contraplano en el que las cámaras no enfocan a quien pregunta o interpela sino a quien escucha o espera para responder. Esta forma de realización, muy impopular entre los asesores políticos, se descartó, por ejemplo, en el cara a cara que moderó Manuel Campo Vidal entre Felipe González y José María Aznar ante las elecciones generales de 1993, una cita en la que se midió hasta el último detalle por ambas partes. También jugó una mala pasada el plano escucha a George Bush padre cuando en un debate contra Bill Clinton en 1992 fue cazado mirando al reloj hasta en dos ocasiones.
Anoche, quizá la mirada hacia abajo de Sánchez fue recomendación de su equipo para evitar una análisis gestual de su rostro al recibir algún reproche o al encajar alguna crítica. Y es que una mueca inoportuna también puede hacer perder un debate.