Economía

Sánchez busca el aval de Bruselas con Calviño como baluarte económico

Cuando falta menos de un mes para la conformación de la nueva Comisión Europea, y en pleno contexto de desaceleración económica, el presidente del Ejecutivo español en funciones, Pedro Sánchez, ha anunciado que, en caso de, como apuntan las encuestas, ganar las elecciones del 10-N -y de lograr formar Gobierno, tarea mucho más incierta a la luz de los recientes acontecimientos- creará una vicepresidencia económica que encabezará Nadia Calviño, ministra de Economía y Empresa en funciones, una figura técnica, de reconocido prestigio y avalada como tal en Bruselas.

A nadie se escapan los frentes que acechan al futuro Gobierno. No sólo el contexto de ralentización del crecimiento y el empleo, sino la sempiterna lucha contra los números rojos de nuestras cuentas públicas, que ya apuntan a un desvío este año y el próximo, cuando menos.

Igual que a ningún funcionario de las instituciones europeas se le despista el interés comunitario por la ortodoxia con la consolidación de las cuentas públicas de los Estados miembros.

España, con una deuda cercana al 100% del PIB, un déficit que no logra alejarse, a la baja, del 2%, y unas cuentas de la Seguridad Social enquistadas en los 18.000 millones de déficit anuales, tal como ha rubricado AIReF, ha de hacer un esfuerzo extra para demostrar su capacidad de saneamiento y reequilibrio. Todo ello, en un contexto político de "italianización" de la política y, por ende, de la economía.

Para colmo, si las sumas de posibles pactos siguen siendo tan endebles como hasta ahora, España tendrá que batallar con el juicio político, y no sólo económico, de Bruselas. Considerada, hasta ahora, como un bastión frente al populismo, y con el conflicto catalán en fase incierta, nuestro país ha de demostrar ante las instituciones europeas una solidez democrática y económica de mayor intensidad que la que sería exigida en una situación más neutra.

Reto demográfico

Quizá por ello el candidato socialista ofrece también la creación de un Ministerio para la lucha contra la despoblación y el reto demográfico, acuciado por el problema de las pensiones públicas y su omisión de una búsqueda de consensos en el seno del Pacto de Toledo, por motivos electoralistas compartidos, eso sí, por todo el arco parlamentario.

Así pues, presenta a su figura económica más sólida reforzada en su papel de baluarte ante una futura Comisión Europea sin su correligionario socialista Moscovici al frente de la cartera de Asuntos Económicos. Y con una figura menos desgastada q la de la titular de Hacienda, María Jesús Montero, tras el reciente conflicto, entre otros, con las entregas a cuenta adeudadas a las autonomías y finalmente aprobadas.

No olvidemos que hasta la fecha seguimos funcionando con los Presupuestos del PP de Mariano Rajoy, y que las medidas sociales aprobadas y/o prometidas por el PSOE complican el encaje de las cuentas públicas para los próximos meses con una atrevida agenda de subidas de impuestos en la recámara, algunos llamados a confección supranacional, como la tasa digital o la fiscalidad medioambiental. Ello, unido a eventuales pactos de Gobierno que puedan arrancar del partido socialista cesiones en la agenda social como los vividos en algunos viernes sociales, difíciles de blanquear ante un Ejecutivo europeo neófito que mira a Reino Unido y al continente a partes iguales pero con distintas demandas.

Alemania desacelera, los bancos centrales reiteran su demanda para que Berlín drene superávit y gaste más, Italia recompone a duras penas sus finanzas, Macron en Francia contiene, vía concesiones, su pérdida de popularidad mientras la cuarta economía del euro, España, está sumida en una indefinición política inédita que desdibuja el horizonte legislativo y económico. Qué mejor que brindar a la UE el mejor pasaje para tan complicada travesía y ganar tiempo en un clima que, del equipo de Sánchez, nadie puede enarbolar mejor que Calviño, llamada, además, a ulteriores funciones en las instituciones que tan bien conoce.

La baza de Sánchez en materia económica es, sin duda, un acierto estratégico de primer orden: crear una vicepresidencia económica cuando acecha una crisis. Por otra parte, ¿sabemos quién ostentaría ese puesto en un eventual Gobierno de otro signo? Visos de certeza en medio de todo el trazo grueso del programa socialista. Tan grueso el trazo que deja, de nuevo, en interrogante, en contradicción, o en arcano, o en carta bajo la manga, como siempre, qué prevé hacer el señor Sánchez con la reforma laboral, esa que sólo iba a retocar en sus aspectos "más lesivos" y que anoche iba a ser claramente derogada, pese a haber logrado esa medida un gran cambio estructural básico para relanzar las cuentas públicas, como es la capacidad de España para crear empleo con un PIB a menor gas del 2%, algo que no sucedía desde hace un lustro.

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Mas administraciones, mas funcionarios, más organismos, igual a mas gasto.

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