
El año 2018 termina en una situación opuesta a la que presentaba en su comienzo. Entonces el PIB de la eurozona registraba su mayor avance en 10 años y, en EEUU, Donald Trump se apuntaba su mayor éxito hasta la fecha con la aprobación de la reforma fiscal.
Doce meses después, la Unión Monetaria desacelera con una de sus principales economías, Italia, en franco estancamiento, mientras el conjunto de la UE afronta la posibilidad de un Brexit duro. Al otro lado del Atlántico, Wall Street interrumpe el ciclo alcista más largo de su historia, al tiempo que la guerra comercial entre EEUU-China aún crea incertidumbres.
En paralelo, ya puede darse por seguro que la política monetaria entró en un nuevo ciclo, con la Fed manteniendo inalterado el ritmo de reducción de su balance, tras años de expansión cuantitativa. Resultaría injusto afirmar que economías como la española se hallan desarmadas en este escenario.
En el suplemento especial que hoy publica elEconomista, la ministra Nadia Calviño señala indudables fortalezas como la baja inflación, el superávit exterior o las altas tasas de inversión. No obstante, preservar el crecimiento puede convertirse en un reto durante un ejercicio en el que no está asegurada la aprobación de los nuevos Presupuestos Generales (ayer el Senado rechazó la senda de déficit del Gobierno), ni las alzas impositivas con las que el Ejecutivo busca elevar los ingresos fiscales. Sin embargo, sí está en manos del Gobierno enviar mensajes que generen confianza en los inversores y los consumidores.
El llamamiento de Calviño a "aprovechar los buenos tiempos para hacer las reformas necesarias que pongan al país en la senda correcta" es un buen paso en ese sentido.