
Desde octubre los mercados saben que 2018 será un año de cambios en la política del BCE. Fue entonces cuando el eurobanco anunció que reducirá a la mitad sus compras de deuda. De hecho, desde este mes, el programa de adquisiciones se ralentiza hasta los 30.000 millones de euros mensuales. Además, es posible que este estímulo se termine definitivamente en septiembre.
Ahora bien, los cambios que el BCE prepara pueden ser incluso más profundos, hasta el punto de incluir el inicio de las alzas de tipos en este mismo año, y no en 2019 como se esperaba. De hecho, las más recientes encuestas entre expertos recogen que el 57% de los analistas sitúan en 2018 la primera subida de las tasas. Tienen argumentos razonables para pensar así.
Las recién conocidas actas de la reunión de diciembre del BCE muestran cómo sus miembros se muestran confiados sobre la futura evolución de la inflación. Es más, la situación en la que se halla el banco central comienza a ser anómala, al mantener los tipos anulados mientras el PIB de la eurozona registra su mayor crecimiento en 10 años. Conviene, por tanto, prepararse para un posible regreso a la normalidad monetaria más rápido de lo previsto.
Esa posibilidad implica buenas noticias para la bolsa, donde los bancos han roto resistencias, pero ya propicia ventas de renta fija, lo que tira a la baja del precio del bono. En EEUU, la deuda no ofrece un panorama mejor. Al hecho de que la Fed ya está embarcada en las alzas de tipos, se suman los rumores, que Pekín aún desmiente, de que China reducirá sus compras de bonos estadounidenses. En este escenario, el inversor debe dejar de lado el tópico de que con la renta fija siempre se gana, y ser consciente de que el bono puede provocarle pérdidas.