
Desde el jueves, las cinco grandes aerolíneas europeas sufren un fuerte castigo en bolsa. IAG, Ryanair, easyJet, Lufthansa y Air France-KLM se dejan 4.300 millones de capitalización en solo tres sesiones. Tamaña caída llama más la atención ya que se produce en un contexto de bajos precios del petróleo, que beneficia a estas compañías al reducir sus costes.
Pero un queroseno más barato también tiene una cara menos benévola, ya que eleva la capacidad de competir de las compañías de bajo coste. Esta circunstancia fuerza a las aerolíneas en su conjunto a comercializar más vuelos a un precio menor.
Así, la oferta sube más rápido que la demanda y la caída por ingresos unitarios por pasajero resulta más precipitada. La británica easyJet lo reconoció el pasado jueves al rebajar sus expectativas de beneficio para el segundo semestre, lo que se tradujo en una caída en bolsa del 11 por ciento desde entonces.
Lufthansa y Ryanair, (12% y 6% de descenso bursátil) también han deslizado que la guerra de precios está castigando los estrechos márgenes con los que se mueve el sector. Resulta evidente que el mercado recela de las agresivas ofertas comerciales que ponen en entredicho los beneficios de las compañías.
Extender una guerra de precios en el tiempo castigará la facturación de las empresas, y las obligará a dar un nuevo impulso a otras vías de ingresos (venta a bordo), o a diversificar con nuevos servicios (conversión en agencias de viajes) para mejorar sus perspectivas de negocio. Con todo, habrá que ver quién tiene el músculo suficiente para soportar esta peligrosa estrategia. Aunque lo que está claro es que si se mantiene a largo plazo podría llevar a un proceso de concentración, como el que ya se ha dado en EEUU.