Editoriales

La confianza que España despierta

El PIB de España bate sus propias marcas. Según el ministro Luis de Guindos, su avance acelera en el presente trimestre y es ya posible prever que su velocidad de crucero se sitúe entre el 3,5% y el 4% anualizado. Se trata del registro más alto en los últimos dos años y se afianza en niveles propios de la época previa a la crisis.

Ahora bien, España se halla en unas condiciones muy diferentes a las de entonces. Debe celebrarse que, por primera vez en su historia reciente, el crecimiento y la creación de empleo no se ven acompañados de sus dos lastres tradicionales: alta inflación y desequilibrio exterior. Los ajustes y las reformas de los pasados años dotan de una competitividad sin precedentes a las exportaciones, que alcanzaron, entre enero y abril, la cifra récord de 91.537 millones de euros.

Merece destacarse también la buena marcha de la recaudación por impuestos, que anima al ministro Cristóbal Montoro a anticipar un alza del límite de gasto público, por primera vez en tres años, para los Presupuestos del año que viene. La reanimación del desembolso público puede despertar cautelas, considerando los exigentes objetivos de reducción del déficit que España todavía afronta. Del mismo modo, podría mitigarse el entusiasmo que la situación económica actual estimula, enumerando los numerosos retos que nuestro país aún tiene ante sí, como el sostenimiento del sistema de pensiones.

Ahora bien, no resultaría razonable desaprovechar el clima de confianza que nuestra economía despierta, tanto dentro de nuestras fronteras como ante nuestros socios europeos. Sobre esa base, y manteniendo las debidas cautelas, es comprensible entender que una cierta euforia se adueñe de los responsables económicos españoles.

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