Editoriales

Un alivio agotado para la banca

La banca española ha notado con intensidad los estímulos que el BCE despliega para combatir la deflación. Las políticas de esa institución abatieron los tipos de interés de tal manera que las entidades de nuestro país pagaban de promedio, en 2015, un 0,5% por los recursos procedentes tanto del mercado como de sus clientes (a través de depósitos).

Un gravamen tan bajo se ha traducido en un importante ahorro para los bancos que, en no pocos casos, ha mantenido sus márgenes operativos en terreno positivo. El efecto benéfico, con todo, empieza a agotarse, en parte porque las medidas del BCE empiezan a ser incluso contraproducentes.

Es cierto que el eurobanco pisó el acelerador el mes pasado hasta el punto de que su barra libre de liquidez puede llegar a estar sometida a tasas negativas; en otras palabras, la institución pagará a los bancos por captar esos recursos. Sin embargo, también es cierto que con sus medidas el BCE ha situado ya el euríbor por debajo de cero y eso plantea un posible escenario inédito de hipotecas y otros préstamos con sus diferenciales anulados y, por tanto, sometidos a tipos negativos.

A ello se suma otra circunstancia de aún mayor calado: la ausencia de una demanda solvente de crédito bancario, que impide que el stock de préstamos aumente, debido a que las amortizaciones son aún superiores a la captación de nuevas solicitudes.

En un escenario así, una inundación de liquidez nada soluciona, ya que se queda embalsada en las entidades a la espera de una verdadera recuperación del negocio. Mientras ésta no llegue, y dado el agotamiento que muestran los ahorros en captación de fondos, las entidades tendrán que plantearse ajustes o, incluso, como ya recomienda el FMI, fusiones.

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