
Los mercados europeos vivieron ayer un mal Día de Reyes en el que el Ibex 35 encajó un descenso del 1,48%, de modo que acabó rompiendo el soporte clave de los 9.230 puntos, abriendo camino hacia las 8.200 unidades. Se trató de una jornada aciaga en la que se juntó un inesperado ascenso de la tensión geopolítica internacional, con Corea del Norte asegurando que tiene ya operativa la bomba de hidrógeno, mientras el crudo volvió a demostrar que no encuentra suelo, al descender su precio un 5,4%.
Pero lo decisivo, en línea con la tónica que el inicio de año está marcando, se deriva de la situación económica de China. En esta ocasión, el gigante sembró la inquietud al volver a debilitar la moneda del pueblo, bajando su cotización de referencia con respecto al dólar hasta su nivel más bajo desde abril de 2011: 6,5314 yuanes.
Con un movimiento así, la autoridad monetaria de la segunda economía global reconoce que la magnitud que ha alcanzado el enfriamiento del PIB chino requiere de nuevas acciones. El Banco Mundial reafirmó las expectativas de una desaceleración más intensa de lo previsto, al recortar tres décimas su previsión sobre la economía china en 2016, situando su avance en el 6,7%.
China, por tanto, continúa generando dudas, que otras áreas económicas no contribuyen a disipar; basta con leer las actas de la última reunión de la Reserva Federal y la preocupación que contienen ante la baja inflación aún reinante en Estados Unidos.