
El Ibex 35 ahondó ayer su mal inicio de semana, hasta el punto de encajar un descenso del 2,04%, que lo arrastró a los 9.837 puntos. En otras palabras, quedó roto el soporte clave de las 10.000 unidades. Dentro de esta evolución, tuvo mucho que ver el despertar de un lastre ya bien conocido por los mercados desde el pasado verano: el miedo a un enfriamiento de China más intenso de lo esperado.
Así, en las caídas bursátiles influyó el descenso del 6,8% sufrido por las exportaciones chinas en noviembre, su quinta mengua consecutiva. Ahora bien, lo realmente significativo es el nuevo retroceso (el decimotercero) del 8,7% en las importaciones del gigante asiático. China sigue reduciendo su consumo, especialmente de materias primas, lo que añadirá más presión a un mercado cuyos precios, en especial los propios del petróleo, se han derrumbado.
Esos mínimos están pasando factura a las empresas del sector energético en todos los parqués del mundo (más de 50.000 millones en pérdidas sólo en Europa) y es difícil predecir cuándo encontrarán su suelo. No en vano ha quedado clara la plena inoperancia que la OPEP arrastra desde mediados de 2014, a la hora de imponer un objetivo común de reducción de la oferta.
Por tanto, en este escenario, es posible que el Ibex continúe descendiendo hasta los mínimos del año, situados en el entorno de los 9.240 puntos. Sin embargo, considerando la volatilidad reinante, tampoco pueden descartarse nuevos rebotes en los próximos días, en los que aún quedan referencias económicas importantes, como la reunión que la Reserva Federal mantendrá en una semana. Lo único cierto es que el Ibex no se librará de las incertidumbres en el cierre de año.