Nada se puede dar aún por definitivamente perdido en las todavía interminables negociaciones entre Grecia y el resto de la zona del euro. Hasta el punto de que las bolsas europeas corrigieran ayer las caídas que sufrieron durante el día y que, incluso, el Ibex 35 se apuntara un avance del 0,27%, mientras la prima de riesgo española bajaba hasta los 155 puntos básicos. Es un movimiento comprensible teniendo en cuenta las contundentes declaraciones de la canciller Angela Merkel, que aseguró, en un estilo que recordó al BCE en 2012, que hará todo lo posible para que Grecia continúe en el euro.
Es cierto que esas palabras no excluyen aún la posibilidad de un impago, aunque sea dentro de la Unión Monetaria, pero también revelan que las negociaciones se han reanudado. La contraparte griega también refuerza esa impresión, ya que, en el Parlamento heleno, el primer ministro Alexis Tsipras mencionó igualmente el posible "acuerdo", aunque lo condicionó, como es habitual, a una reestructuración de su deuda. Sin embargo, el hecho de que la discusión continúe no debe eclipsar la circunstancia de que sus plazos se agotan.
Si no hay acuerdo esta semana, en el encuentro de emergencia que se baraja para el próximo domingo, o en la cumbre del día 25, será inevitable que Grecia encadene dos impagos (el 30 de junio y a principios de julio). Tsipras sigue queriendo dar la impresión de que no se percata de que el tiempo corre en su contra e incluso eleva aún más la arrogancia de su discurso: llegó al extremo de calificar las políticas del Fondo Monetario de "criminales". Tsipras, manteniendo esa actitud, y resistiéndose a presentar reformas reales, se erige como el principal obstáculo para un entendimiento aún factible.
