
Grecia celebra este domingo elecciones generales en las que, según todos los sondeos, los ciudadanos pasarán factura al Gobierno del izquierdista Alexis Tsipras por haber firmado un tercer rescate y haber incumplido una serie de promesas. El conservador Kyriakos Mitsotakis se perfila como el vencedor con promesas de reflotar las empresas y a la clase media, implementado un profundo recorte de los impuestos.
Cuatro años después de la firma del tercer programa de asistencia financiera, los datos económicos de Grecia han mejorado sustancialmente. El desempleo ha bajado al 18%. Alcanzó el 28% en 2013, en el peor momento de la crisis, y desde hace dos años la economía crece en lugar de contraerse.
Además, Tsipras ha cumplido con creces los objetivos fiscales impuestos por los acreedores. En 2018, el superávit primario, que excluye el pago de intereses de la deuda, se situó en el 4,4% del PIB, cinco décimas por encima de los resultados de 2017. Los objetivos fijados con las instituciones solo exigen un 3,5%.
Sin embargo, el país en comparación con la situación previa a la crisis, tiene un largo camino que recorrer. La situación económica de muchos ciudadanos se ha deteriorado tanto que tienen dificultades para reincorporarse al mercado laboral (uno de cada tres parados llevan sin empleo más de cuatro años), o porque vuelven a trabajar pero con sueldos más que precarios.
La mayoría de los trabajadores en Grecia (59,3%) cobra menos de 1.000 euros brutos al mes y el 25,3% incluso no llega a los 500 euros.
La mejora no llega a pie de calle: el 25% de los trabajadores no gana más de 500 euros
Esto ha llevado a que muchos ciudadanos hayan decidido dar la espalda a Tsipras, sobre todo la clase media que ha sido la mas castigada por la elevada carga fiscal que ha hecho posible estos elevados superávit. "Entre 2010 y 2014, el pueblo griego sufrió fuertes recortes y subidas de impuestos y crecimiento del desempleo. La desesperación de la gente dio lugar a amplias protestas en las calles, y los griegos buscaban a los culpables; Alexis Tsipras, en el extremo izquierdo de la escena política, parecía ser su salvador en ese momento", explica Athanasia Kokkinogeni, analista senior para Europa de la consultora DuckerFrontier, a la CNBC.
En 2015, Tsipras y su partido izquierdista Syriza ganaron las elecciones con la promesa de confrontar a la UE y poner fin a la austeridad en un país que, desde 2010, había estado a merced de los acreedores internacionales. El primer grupo de ministros de Tsipras, incluido Yannis Varoufakis, y su tono de confrontación no fueron bien recibidos en Bruselas. Tsipras terminó convocando un referéndum y elecciones anticipadas, para aceptar las condiciones del tercer rescate.
A pesar de los logros económicos de Tsipras, las heridas de la crisis y los recortes siguen abiertas.La conservadora Nueva Democracia, a la que las encuestas dan una ventaja de por lo menos nueve puntos. El líder conservador, Kyriakos Mitsotakis, se ha comprometido a recortar las cotizaciones a las cajas de pensiones del 20% al 15%.
Nueva etapa para Grecia con los conservadores como favoritos
Entre las promesas fiscales están la reducción del tipo mínimo del IRPF del 22% al 9% para los ingresos inferiores a los 10.000 euros anuales o la bajada del impuesto de sociedades del 28% al 20% en un plazo de dos años.
Asegura que todas estas medidas serán financiables recortando el gasto publico innecesario y gracias al tirón que experimentará la economía con el cambio de Gobierno, que en su opinión logrará dar un fuerte impulso a las inversiones. Desde principio de año, la bolsa de Atenas sube un 46%.
El mercado de deuda también apuesta por el cambio, lo que se refleja en la continuada caída del bono heleno en el mercado secundario. En los últimos días, el rendimiento del bono a diez años alcanza un mínimo histórico tras otro. Esta tarde se situaba en el 2,06%, una marca nunca vista.
Los analistas coinciden en que esta caída se debe a que el mercado confía en que Mitsotakis aplicará una política más favorable al empresariado. Sin embargo, no todo se debe a la fuerza de atracción que ejerce una posible victoria conservadora, pues el bono comenzó ya a caer a buen ritmo a comienzos de año, cuando todo indicaba que las elecciones se celebrarían en otoño y no de forma anticipada.
Fue a raíz del éxito que tuvieron las emisiones de títulos a cinco y diez años, en enero y marzo pasados, en lo que supusieron las primeras salidas a los mercados tras el cierre del rescate en agosto del año pasado. En ambos casos, tanto la oferta como el rendimiento superó con creces las expectativas del Gobierno.