
La gran mayoría de los países desarrollados de Occidente se encuentra en mayor o menor medida ante la encrucijada que plantea el envejecimiento demográfico y la mayor longevidad, unidos ambos fenómenos a la caída de la natalidad.
Precisamente, esta situación expone sus consecuencias más perjudiciales para el desarrollo de la sociedad en los dos continentes sobre los que ha pivotado la geopolítica y el desarrollo de la riqueza durante el siglo XX y lo que va del XXI, América del Norte y Europa. Y más concretamente, centrados en el caso de Estados Unidos y de los países de la Unión Europea, son las regiones que encabezan la carrera hacia el envejecimiento de sus sociedades con las consecuencias asociadas en el plano económico y de desarrollo de cara a las próximas décadas.
Sobre este problema, el escritor de la obra Suicidio demográfico en occidente y medio mundo ¿A la catástrofe por la baja natalidad?, Alejandro Macarrón, apunta que en prácticamente todos los países más desarrollados del mundo, siendo muchos de ellos pertenecientes a la OCDE, la natalidad es inferior a 2,1 hijos por mujer, con la excepción de Israel, donde la fecundidad es de 3,08 hijos por mujer, con cifras de 2015.
Según datos del Banco Mundial, la tasa de nacidos por cada mil habitantes ha adoptado una tendencia a la baja sin frenos desde los años 90 en los focos de desarrollo y prosperidad mundiales. Para el primer año de esa década, la tasa de nacidos por cada mil personas era de 12,3 en la Unión Europea, y de 16,7 en Estados Unidos. En los 20 años transcurridos desde entonces, esta tasa ha caído a 9,8 en el entorno comunitario y a 11,8 en el país norteamericano
Caída heterogénea
En este sentido, si vamos a las principales potencias de la Unión Europea se observa cómo el envejecimiento demográfico se encuentra acelerado por la baja natalidad. En este punto se encuentran Portugal y España, las dos regiones con la tasa de fecundidad más baja de las principales potencias del club de los 27.
En el primero de ellos, cada mujer tiene de media 1,23 hijos, lo que supone una caída del 60% desde 1960, mientras que, en nuestro país, la tasa es de 1,32 hijos con una caída del 54% desde ese año. Del mismo modo, Italia cuenta con una tasa de 1,37 hijos por mujer, lo que supone una contracción del 43%, mientras que Alemania ha visto en los últimos 60 años como su sociedad tiene un 38 por ciento menos de hijos, 1,47 por mujer.
Pero dentro de la Unión Europea tampoco es homogénea la caída de la natalidad, siendo ésta más acuciante en los países del sur, precisamente los que más han pagado los efectos de la crisis económica. En este sentido, el paradigma es el de Francia e Irlanda, que tienen las tasa más elevadas del entorno comunitario, con 1,98 hijos y 1,95 hijos por mujer, respectivamente.
Pero de igual modo, países como Reino Unido, que cuenta con una tasa de 1,81 hijos, Suecia con 1,88 hijos, Noruega con 1,76 hijos, Bélgica con 1,72 hijos u Holanda y Finlandia con 1,71 hijos, en ambos casos, todos ellos dan cuenta de la diferencia del ritmo de la tendencia con los países del sur comunitario.
En la misma línea, pero separado por el océano Atlántico se encuentra Estados Unidos, que en 1960 contaba con una tasa de 3,65 hijos por mujer, mientras que en 2014 era de 1,86 hijos, lo que supone una caída de la fecundidad del 49 por ciento. Es decir, hoy las mujeres estadounidenses tienen la mitad de niños y niñas que hace 60 años.
'Suicidio demográfico'
En este sentido, la pregunta que se viene a la mente y que trata de aclarar la obra de Alejandro Macarrón es, ¿por qué tenemos tan pocos hijos? y ¿qué hacer para que la natalidad sea mayor?, sobre el escenario de lo ocurrido en Estados Unidos, el autor apunta a las diferencias culturales y en estilos de vida, así como en valores entre los grupos sociales más y menos fecundos del país. De este modo, los estados con más natalidad cuentan, de media, con una población más religiosa que aquellos con menor fecundidad.
Por otra parte, se aprecia un evidente sesgo en favor del Partido Republicano en los Estados con mayor tasa de fecundidad. Y en casi todos los Estados con menor natalidad generalmente prefieren al candidato presidencial del Partido Demócrata.
"Tanto en las elecciones de 2016 como en las de 2012 y las de 2008, en los Estados que votaron mayoritariamente por el candidato republicano en las elecciones presidenciales, en conjunto, la fecundidad fue apreciablemente superior a la de los que votaron al candidato demócrata", se explica en el libro, apuntando de nuevo a motivos culturales y a los valores, en este caso asociados a la inclinación política de los habitantes.