
"Estimado cliente estadounidense, para cumplir con la política de aranceles de su país, deberá pagar un 25% más por su comida". Esta advertencia, colocada en la puerta de un restaurante de Pekín -ver foto principal-, es solo una de las muestras de que la guerra comercial ha descendido a las calles en China y de que los comercios de las grandes ciudades del país se están tomando la justicia por su mano.
"Aviso para los estadounidenses: se añade un impuesto del 25% a sus compras -ver foto interior-", reza otro cartel, situado en este caso en una tienda, también en la capital del gigante asiático.
Esta es la forma que han encontrado algunos empresarios chinos para vengar personalmente las últimas medidas comerciales adoptadas por la Administración norteamericana de Donald Trump, que el 10 de mayo incrementó del 10 al 25% los aranceles para las importaciones de más de 5.000 productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares sin que el dragón rojo haya respondido oficialmente.
Con estas subidas de precios a los ciudadanos norteamericanos, los comercios chinos buscan visibilizar a pie de calle el impacto de este recrudecimiento del conflicto comercial, que en sus últimos capítulos se ha alejado un poco más de un desenlace pacífico, tras el veto de Estados Unidos a la empresa china de telecomunicaciones Huawei y, posteriormente, la amenaza publicada en medios de comunicación controlados por Pekín de decretar un boicot de la venta de tierras raras -claves para productos tecnológicos desde la electrónica de consumo hasta los equipos militares- a la primera economía del mundo.
